Reflexión del Evangelio de San Mateo 10, 7-13.

Reflexión del Evangelio de San Mateo 10, 7-13. X Semana del Tiempo Ordinario. Ciclo C.

Por el Padre Asdrubal de Jesús Zeledón Ruiz. Pastoral de Medios de Comunicación Diócesis de Jinotega.

Queridos hermanos, saludos a todos en Cristo nuestro Señor. El Evangelio de este día, Mateo nos presenta la misión de los doce apóstoles. Desde el comienzo de la vida pública, Jesús eligió a los Doce Apóstoles para estar con él y participaran en la misión; les da autoridad «vayan y proclamen que ya se acerca el Reino de Dios». Les da poder para expulsar a los espíritus inmundos y les envía en misión. Por su parte, Jesús se dirige a los suyos algunas orientaciones que les será de utilidad para la misión.

No lleven nada consigo, les está diciendo lleven lo necesario, no les hará falta nada, confía en Dios y lo tendrás todo. La impresión que debe dar el discípulo es la gratuidad del ministerio que está ejerciendo y la eficacia de la escucha del mensaje del Señor. Basta lo necesario, cuando llevamos de todo a la misión más bien puede ser un atraso, podríamos verlo desde una perspectiva práctica, el despojarnos de nuestra propia comodidad para servir a la comunidad.

Que nuestro centro de atención no sea lo que llevamos, como portadores del mensaje de la salvación, sino a adoptar el mismo estilo de vida itinerante de Jesús, pobre y humilde: no dos túnicas, ni oro, ni plata para el camino con el sólo salario para el sustento. No construyamos nuestro centro de atención, sino el deseo de bendecir y beneficiar a la comunidad.

Por último, el Señor nos invita a dar gratis los recibimos gratis. Hermanos, la gratitud, antes que nada, es fruto de un corazón educado evangélico, que ha alcanzado la fe, de un corazón que late en plena sintonía con el de Jesús. El cristiano, el hijo de Dios su actitud ha de estar dispuesto a dar, sin esperar nada a cambio.

Que a ejemplo de San Bernabé, verdadero discípulo de Jesús se contenta y goza con dar, sin esperar nada a cambio, recordando la enseñanza de Jesús: «Hay más felicidad en dar que en recibir» Hch 20, 35. ¡Para bien de la Iglesia y nuestra propia salvación! Amén.

Reflexión del Evangelio Mt 5, 13-16

Reflexión del Evangelio Mt 5, 13-16.  X Semana del Tiempo Ordinario. Ciclo C

Por, José Bismar Villagra Barrera, seminarista egresado de teología. Pastoral de Comunicación de la Diócesis de Jinotega-Nicaragua

Una vez más, la Palabra nos invita a reconocer el paso de Dios en nuestra vida, incluso en lo desconocido y en las promesas más absurdas… vivir en la fe y desde la fe nos permite vivir las mismas circunstancias con un sabor y una luz diferente. Ni mejor ni peor, sencillamente diferente.

El Evangelio de hoy nos presenta dos imágenes sugerentes y cotidianas. Jesús afirma a sus discípulos, los de todos los tiempos… los de ayer y los de hoy, que son sal y luz. Una bonita manera de hacer entender lo que significan las “buenas obras”, y cómo el objetivo de éstas no es otra que presentar a Dios y que todos lo podamos alabar.

Sin embargo, el Evangelio de hoy no es tan sencillo y directo. Jesús provoca y nos provoca ¿Y si la sal no tiene sabor? ¿Y si la luz no está en el lugar adecuado para alumbrar?  Por eso, que nos lanza de forma muy sutil la inquietante pregunta de valorar el sabor de mi vida y si el lugar en el cual estoy responde a las necesidades actuales de presentar a Dios.

Mucho se habla hoy de contextos secularizados o en proceso de secularización, donde parece que Dios ya no encuentra espacio, ya no es necesario. Y, sin embargo, nuestro tiempo se caracteriza por una búsqueda profunda de sentido. Por eso, nuestro hoy es el tiempo de la oportunidad… de ofrecer sabor de Evangelio con una vida comprometida y coherente con el proyecto de Dios, de ofrecer la luz que nos habita en la fragilidad de nuestra vasija de barro.

Somos sal y luz, pero ¿Qué sal y qué luz? Si nuestra vida tiene el sabor de las buenas obras y la luz que presenta el Amor de Dios, entonces, sí somos los discípulos del Maestro, somos los amigos de Dios.

Reflexión del Evangelio de San Juan 19, 25-34

Reflexión del Evangelio de San Juan 19, 25-34. Semana X del Tiempo Ordinario. Ciclo C.

Por el Pbro. Asdrubal Zeledón Ruiz. Pastoral de Comunicación Diócesis de Jinotega-Nicaragua.

Fiesta de la Bienaventurada Virgen María, Madre de la Iglesia.

Queridos hermanos, la Iglesia ha reconocido en la bienaventurada Virgen María, Madre de la Iglesia, colaboradora del palan divino de la salvación.  Por la gracia de Dios, María permaneció inmune de todo pecado personal durante toda su existencia. Ella es la «llena de gracia» (Lc 1, 28).

La actitud de María de permanecer junto a la cruz, expresa el sentir de la Madre, que ve a su Hijo crucificado, ve morir a su propio Hijo, Jesús se dirige su madre y le dice: «mujer ahí tienes a tu hijo». Luego dijo al discípulo: «ahí tienes a tu madre» María se convierte madre no sólo del discípulo amado sino en todos aquellos a quienes él representa, el conjunto de los creyentes.

Es el nuevo Sí que da María en un momento decisivo en el plan de salvación. La Iglesia que se funda por la fe en la Palabra de Dios, es la Iglesia que nace al pie de la cruz. María es madre de Jesús, suscitándola en todo discípulo a quien Jesús ama. Pues María, queda así constituida como madre universal de toda la Iglesia. Es la Virgen María, que nos da ejemplo de esperanza y que a pesar del sufrimiento vive el drama del dolor en el calvario junto a su Hijo.

Cuántas madres, viven hoy en día el sufrimiento, su propio calvario al ver sufrir a sus hijos  ante acciones injustas, leyes que buscan su propia conveniencia, en ellas, también se contempla el dolor, la lucha y la esperanza por las rebeldías de algunos que buscan su propio cometido.

Que en esta fiesta en la que celebramos la bienaventurada Virgen María, Madre de la Iglesia, tal como la proclamó San Pablo VI en el Concilio Vaticano II, acerquémonos a María, modelo de unión con Cristo, que cada acción que realicemos la hagamos siempre en perfecta unión con Jesús. Por medio de la unión alcanza su culmen en el Calvario: aquí María se une al Hijo en el martirio del corazón y en la ofrenda de la vida al Padre para la salvación de la humanidad.

Dios nos conceda la gracia de abrazar el dolor, aceptando la voluntad del Padre, como lo hizo María al pie de la cruz, en aquella obediencia que da fruto, que trae la verdadera victoria sobre el mal y sobre la muerte. ¡Para bien de la Iglesia y nuestra propia salvación! Amén.

Reflexión del Evangelio de San Juan 21, 20-25.

Reflexión del Evangelio de San Juan 21, 20-25. VII Semana del Tiempo Pascual Ciclo C.

Por, Pbro. Asdrubal Zeledón Ruiz.  Pastoral de Comunicación Diócesis de Jinotega.

La experiencia que viven los discípulos con Jesús, marca el cambio total de su vida. Jesús, infundió en ellos valentía, fortaleza y ánimo para anunciar y entusiasmar con sus palabras y su acción, el despertar en ellos la fe y seguirle.

En el evangelio escuchamos la predicción del discípulo amado,  a través de una comparación entre Pedro y el otro discípulo al que Jesús tanto quería. Pedro plantea una pregunta, «¿Señor, qué será de este?» Refiriéndose al discípulo amado, Jesús no deja lugar a equívocos, más bien su respuesta afirma la libertad soberana de Dios respecto a cada hombre. «Si quiero que se quede hasta que yo vuelva, ¿a ti qué? Tú sígueme»

Muchas veces nos preocupamos por lo que les espera a los demás, preocúpate en lo tuyo, de lo demás me ocupo yo. No vale la pena afanarse de la vida de los demás, sino estamos bien concentrado en lo nuestro, Jesús le había anticipado a Pedro como moriría, y él se empieza a meter en la vida del otro, quizás con buena intención, el amor.

En realidad, esto tiene su significado propio en la vida de cada uno de los discípulos. La vida terrena está representada en el apóstol Pedro; la eterna, en el apóstol Juan. La imagen de ambos discípulos representa, uno el seguimiento de Cristo, el otro estaba a la espera. En palabras de San Agustín: «Ambos por medio de la fe, soportaban las miserias de este mundo y esperaban la felicidad futura de la bienaventuranza eterna».

No nos entrometamos en la vida de los demás, vale la pena perder el tiempo en algo que saque provecho, para la vida eterna.

¡Para bien de la Iglesia y nuestra propia salvación! Así sea.

Reflexión del Evangelio de San Juan 16, 29-33.

Lunes 30 de mayo de 2022.      VII Semana del Tiempo Pascual. Ciclo C.

Reflexión del Evangelio de San Juan 16, 29-33.

Pbro. Asdrubal de Jesús Zeledón Ruiz.

Jesús presenta su vida contemplada siempre desde e Padre; de Él vine, está un tiempo breve en este mundo y ahora ha subido de nuevo al Padre. Los discípulos son testigos de toda su obra, enseñanza, pasión y resurrección de Jesús. «Ahora que nos hablas claro… ahora que sabemos todo creemos que vienes de Dios» (Jn 16, 20-30). Sin embargo, ellos todavía no interpretan bien las palabras de Jesús.

Todas las instrucciones y enseñanzas forman parte del itinerario de vida del discípulo, lo que dará sentido y razón de lo que se cree. Ante la visión que ellos tienen, para que tomen conciencia, Jesús les anuncia que se dispersarán y lo dejarán solo.

Jesús les quiere dar ánimo y fortalecer su fe, antes que lo vean sufrir, y que sufran ellos la persecución. En la vida el discípulo, tiene que saber enfrentar con valentía las angustias y tristezas, sus alegrías y esperanzas como peregrinos de la vida terrena gracias al amor de Cristo que une, comprende y espera.

Jesús nos asegura la victoria, les he dicho esto, para que gracias a mí tengan paz. «Tendrán que sufrir, pero tengan valor: pues yo he vencido al mundo» (Jn 16, 33). Nuestra esperanza debe estar puesta siempre en el Señor que ha sufrido hasta el extremo de entregar su vida por nuestra salvación. Hoy en día, la persecución es inevitable pero no es señal de derrota sino de triunfalismo. Jesús nos invita a tener valor porque Él es la fuente de la paz y porque con Él la victoria es posible.

Dios nos conceda el valor de luchar sin desfallecer. ¡Para bien de la Iglesia y nuestra propia salvación! Amén.