Santos del día
La vida de los santos, nos muestran el misterio de la vida en Cristo. Los santos forman de la llamada Iglesia triunfante e interceden a Jesucristo por la humanidad, por los vivos en la tierra y por los difuntos en el purgatorio: es la llamada comunión de los santos (CEC 846-948). Como Iglesia, tenemos una gran riqueza de la vida de los santos, que vivieron su vida normal, pero que, supieron vivirla conforme a la voluntad de Dios, la escucha de la Palabra y testimonio de vida.
Tendremos la oportunidad de compartir con ustedes todos los días las meditaciones del santo del día. Esta experiencia, nos ayudará a poder contemplar la vida de hombres y mujeres que, en su vida de peregrinos marcaron su propia estancia en este mundo, concretizado en pequeñas cosas que eran insignificantes para el mundo, pero con un alto grado de aceptación para Dios. Y logran la santidad por medio de la gracia del bautismo, que fructifica el camino de la santidad. Estamos invitados a seguir el mismo camino que el Señor nos mostró. Santa Teresa del Niño Jesús decía: «la santidad consiste en hacer con alegría la voluntad de Dios. Para eso, es necesario la felicidad de sus deseos, y esa felicidad es la que hacen todos los santos».
La vida de los santos, deben ser para los creyentes, un ejemplo a seguir. Los santos inscritos en el martirologio romano son los declarados por la Iglesia católica como indudablemente presentes en el cielo y, por tanto, pueden ser objeto del culto público, el llamado culto de dulía, a diferencia del culto de latría, que no debe dirigirse más que a Dios. Una excepción en estas categorías del culto representa la Virgen María, receptora de la hiperdulía.
Al respecto, el S.S.P. Benedicto XVI afirma: «El santo es aquel que está tan fascinado por la belleza de Dios y por su perfecta verdad que éstas lo irán progresivamente transformando. Por esta belleza y verdad está dispuesto a renunciar a todo, también a sí mismo. Le es suficiente el amor de Dios, que experimenta y transmite en el servicio humilde y desinteresado al prójimo».
La vida de los santos y las memorias que celebraciones como Iglesia, no pueden conducir a una contemplación estéril, sino que deben impulsarnos a ponernos tras sus huellas para llevar a su cumplimiento la palabra de la que ellos fueron en un tiempo concreto una realización luminosa.
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