Reflexión del Evangelio del día

Meditación del Evangelio de hoy martes de la IV semana de Cuaresma

Evangelio de San Juan 5, 1-3. 5-16.

Lo que contemplamos como profecía en el Antiguo Testamento, Jesús lo realiza a lo largo de su vida pública.  Entre otros testimonios, en el evangelio de hoy,  Juan nos presenta el encuentro de Jesús con un hombre que llevaba muchos años postrado, enfermo,  al que se   acerca  y directamente  le pregunta “¿quieres quedar sano?” con sorpresa nos llaman la atención dos cosas, primero que Jesús, a diferencia de  otras curaciones que realiza, no le pide tener fe en Él previamente, y segundo, que esta persona no le responde afirmativamente, sino que le expone excusas y motivos por los que no aspira a ser curado; es como si ya se hubiera acostumbrado y aceptara su estado de postración y enfermedad.

Jesús lo escucha como desea escucharnos a nosotros y quiere que le expongamos, que le expresemos nuestras necesidades, nuestras enfermedades y dolencias, nuestras tristezas y angustias, lo que nos ata e impide levantarnos y avanzar en el camino del bien, de la entrega, de la caridad, de la confianza, de la fidelidad a los compromisos adquiridos. Él desea que con sinceridad y sencillez le manifestemos nuestra situación real, nuestros pecados, nuestras historias, nuestros fracasos y frustraciones, nuestras cobardías, perezas y limitaciones aun sabiendo que Él ya las conoce.

A la luz de esta Palabra de Dios, debemos preguntarnos, ¿Dónde estoy yo postrado, ¿Cuál es mi camilla?, ¿a qué me aferro para no cambiar, para no salir de mi parálisis anímica, espiritual, de fe, de alegría, de esperanza, de amor, de ilusión?

Jesús en esta cuaresma y a pesar de nuestra falta de fe nos dice: Levántate, toma tu camilla y echa a andar, reconoce   que el Señor del universo está con nosotros, que nuestro alcázar es el Dios de Jacob.

Dejemos actuar a la gracia de Dios en nuestras vidas, no le pongamos obstáculo, dejémonos tocar por ella. Jesús quiere y puede sanarnos y su acción es siempre gratuita, como lo fue toda su vida, muerte y resurrección.

En Cristo,

Diác. José Bismar Villagra.

Reflexión del Evangelio de Mateo 1, 16. 18-21. 24

Solemnidad de San José esposo de la Santísima Virgen María.

Reflexión del Evangelio de Mateo 1, 16. 18-21. 24

Por el Padre, Asdrubal de Jesús Zeledón Ruiz.

Queridos hermanos, celebramos en la Iglesia la solemnidad de San José, modelo de fidelidad y santidad, obediente a la voluntad Dios, custodio de la Virgen, protector de la Iglesia, modelo de padre.

El Evangelio de este día, nos describe con detalle la situación en la que se encuentra San José, el autor sagrado, muestra la grandeza y la fidelidad a la Bienaventurada Virgen María ante la voluntad de Dios. María está desposada con José, Ella espera un hijo, San José, no quiere hacerle daño, le conoce y confía en su esposa.

Para un judío, los desposorios eran signo de fidelidad previo al matrimonio, María espera un hijo, por obra del Espíritu Santo, San José siendo un hombre justo, no quiere decir nada, lo deja en secreto, pues no quería ponerla en evidencia. Sin embargo, «Dios le manifiesta el mensaje por medio del Ángel se le presentó en sueños: José […] no dudes en recibir en tu casa a María, tu esposa espera un hijo por obra del Espíritu Santo».

Será la fe que lo lleve a confiar y creer contra todo desesperanza, él obediente a Dios, confía plenamente en la voluntad del Padre, su entrega, sacrificio y cuidado expresa el amor de padre, que le tiene a su hijo Jesús. Usted, ¿confía en Dios en los momentos difíciles su vida? En mi vida cotidiana, he realizado la voluntad de Dios. Todas las actitudes de San José, le permiten colaborar eficazmente en la historia de la salvación, su disposición y servicio para el Hijo de Dios.

Por último, San José es modelo de padre. Dios como Padre, cuida, protege y ama a sus hijos. Igual el Patriarca San José, cuidará y custodiará a la Iglesia, como lo hizo con Jesucristo. Aceptar la voluntad de Dios, manifiesta la figura principal de un auténtico cristiano: bondad, rectitud y verdad.

Aprendamos a cumplir con las tareas de cada día, ser fiel, confiar contra toda desesperanza e invocar a Dios en los mementos difíciles, que sepamos decir a Dios sí, que Dios nos conceda la gracia para hacer la voluntad del Padre.

Para bien de la Iglesia, y nuestra propia salvación.

Reflexión del Evangelio del día, Lucas 6, 36-38.

Lunes 06 de marzo de 2023

II Semana de Cuaresma.  Ciclo A.

Reflexión del Evangelio del día, Lucas 6, 36-38.

Por el Padre Asdrubal de Jesús Zeledón.

Queridos hermanos y amigos, el Evangelio de este día, Jesús nos refleja el actuar de Dios Padre. “Sean misericordiosos como su Padre es misericordioso”. Dios no juzga, como suele juzgar el hombre de nuestro tiempo, Dios ha tenido misericordia perdonando nuestros pecados, en cambio, el hombre juzga injustamente. Hagamos nuestra la invitación de Dios, seamos misericordiosos.

Si Dios nos ha perdonado, yo indigno pecador, debo perdonar al que me ofende, y lo recitamos en el Padre nuestro, perdona nuestros pecados, como nosotros perdonamos a los que nos ofenden. (Mt 6, 12)  Esto no puede pasar de desapercibido, sed misericordioso, no juzgue, perdone, y para lograr esto, Jesús nos ha dado la clave,  sean misericordiosos. Dios a todos nos ha amado, y nos ama sin condiciones, un amor incondicional y gratuito.

A todos, Dios nos ha perdonado, una y otra vez, nos ha levantado de nuestro propio fango, si Dios lo hecho, conmigo y contigo, usted lo tendrá que hacer con sus semejantes (prójimo).  “Sus muchos pecados son perdonados, porque amó mucho, más a aquel a quien se le perdona poco, poco ama” (Lc 7, 47) Todos hemos experimentado su perdón y su misericordia, su amor es increíble, vivamos este amor, que se traduce a misericordia y perdón.

Si deberás hemos sentido la misericordia de Dios, tendremos que ser misericordiosos, perdonar siempre y juzgar con misericordia, ayudando al otro para que encuentre el amor que no ha sido encontrado, Jesús. La cuaresma es tiempo de conversión, ¿he sido misericordioso? ¿Ha perdonado de corazón? Que Dios nos conceda la gracia de vivir la plenitud de su misericordia, ofreciendo cada uno la ayuda oportuna para vivir el mandamiento del amor, ama al prójimo como a ti mismo.  Cfr. Mt 22, 37.  Para bien de la Iglesia y nuestra propia salvación. Que así sea.

REFLEXIÓN DEL EVANGELIO

MARTES DE LA SEXTA SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

REFLEXIÓN DEL EVANGELIO

Ayer en el evangelio leímos la respuesta, casi cortante, que da Jesús a los fariseos que le pedían una señal del cielo: «¿Por qué pide esta generación una señal? Os aseguro que a esta generación no se le dará señal alguna». En realidad, Jesús acaba de dar una señal: es la señal del pan partido y multiplicado en ambas orillas del lago, para Israel y para los gentiles. No se dará ninguna otra señal a esta generación, ni a todas las generaciones, a no ser la pequeñísima señal del pan partido por todos, de la eucaristía.

Este pasaje nos habla que los discípulos se habían olvidado de llevar comida y solo tenían un pan en la barca. Estaban hablando que no tenían pan. El Señor les advierte sobre la levadura de los fariseos y la de Herodes; pero ellos solo piensan en que no tienen pan. El Señor les recuerda los milagros de la alimentación de las multitudes para que logren entender. Sus mentes están embotadas. Su objetivo es proyectarlos hacia adelante teniendo como base un principio que no deben negociar: “Tengan cuidado; ¡ojo con la levadura de los fariseos y con la de Herodes!

La levadura es agente de fermentación, y en este pasaje agente de corrupción. Es mala influencia, elemento de corrupción que penetra en cualquier masa. Jesús es el pan, pero los religiosos representan la levadura. Jesús es el pan como lo fue el maná que sustentó al pueblo en el desierto, vida en plenitud. La levadura de los religiosos es la preocupación morbosa en mantener el control sobre la religiosidad del pueblo a través de la reglamentación.

Cuidado con la religión que no ve el fondo. Cuidado cuando estamos más preocupados en ser dirigentes, pero, no en que la gente sea libre en Cristo. La levadura de los Fariseos representaba la hipocresía, la piedad mal entendida convertida en legalismo, la justicia sin la misericordia. Es alejarnos de la gracia, del amor, de la gratitud, del respeto al otro para caer en el abuso del poder.

La levadura de Herodes representa una sociedad sin Dios, secular, sin necesidad de depender de Dios, resolviendo los problemas a su juicio, añadiendo los valores del sistema vigente o mundano, mentir, aceptar por bueno lo que es malo, inmoralidad sexual, corrupción, poder, libertinaje, manipulación, resultados exitistas sin Dios. Es decir, el “mercado manda” y seguimos sus reglas postrándonos ante sus métodos. Cuidado con el poder del imperio. Cuidado con el sistema.

El mero crecimiento numérico se ha tornado un objetivo en sí, y para muchos, “el objetivo justifica los medios”. La gran multiplicación, números y porcentajes no son sinónimos de “transformación”. Somos llamados a formar “comunidades eclesiales” que reflejen el espíritu de reconciliación, aceptación, perdón y amor. El ejercicio del liderazgo en la vida de la Iglesia deberá estar marcado por el modelo del siervo sufriente y mostrar un contraste con el caudillismo y otras deformaciones causadas por el abuso del poder. Seguir a Jesús significa asumir su vida y misión.

Jesús les recuerda a sus discípulos que no deben preocuparse de la comida, el vestido y donde dormir. Nos proyecta a ser y hacer como Jesús cuando les dijo: “Crucemos al otro lado”. Toda la Iglesia es responsable de la evangelización de todos los pueblos, razas y lenguas. Este cumplimiento demanda el cruce de fronteras geográficas, culturales, sociales, lingüísticas y espirituales, con todas sus consecuencias.

“Todo hombre en todo lugar tiene el derecho otorgado por Dios, de escuchar, por lo menos una vez en su vida, la presentación clara del evangelio de Jesucristo, en su propio idioma y en una forma culturalmente sensible que le permita tomar una decisión al respecto”.

En Cristo,

José Bismar Villagra Barrera

Reflexión del Evangelio de San Marcos 8, 11-13.

Reflexión del Evangelio de San Marcos 8, 11-13.

Por el Padre Asdrubal de Jesús Zeledón Ruiz.

Queridos hermanos, los fariseos le piden una señal a Jesús, con tan solo su presencia, Jesús aprovecha la ocasión para enseñar que los signos, prodigios y milagros no son espectáculos, sino solidaridad, cercanía y compasión con el que sufre.

Todos los milagros realizados por Jesús, le acompañan los signos de fe, y aquí que traigo a memoria algunos signos: cuando se acercó el oficial romano a Jesús, impone las manos a su hija que estaba agonizando, cfr. Mt 8, 5-13, los enfermos que le traían, decían que les permitiese tocar el borde de su manto Cfr. Mt 14, 36; o cuando «Jesús pregunta al ciego, ¿Qué quieres que haga por ti?, que vea» (Mc 10, 51-52) La fe de la mujer cananea, que suplica a Dios, «Señor Hijo de David, ten compasión de mi hija que es atormentada por un demonio» (Mt 15, 21-22).

La fe nos mueve cristiano a pedir a Jesús un milagro, acompañado por acciones próximas, que han de generar confianza, a pesar de estar pasando un mal, confía plenamente en Jesús, todavía hay esperanza. La fe no puede depender de los milagros; al contario los milagros dependen de nuestra fe.

Que descubramos al Señor en las cosas sencillas, la comunidad cristiana convocada a vivir la Palabra de Dios, que podamos confesar a Jesús en la Eucaristía, en los sacramentos, Él ha sido el milagro, reconociéndolo en el débil, el prójimo, en el enfermo, Dios como Padre nos lo dio para que le reconociéramos presente en nuestra historia.

Para bien de la Iglesia y nuestra propia salvación. Que así sea.