Reflexión del Evangelio Jn 14, 6-14.

Fiesta de los Santos Felipe y Santiago, apóstoles. III Semana de Pascua. Ciclo C

Seminarista: José Bismark Villagra.

        Imagen. Crédito Aciprensa.             Hoy celebramos la fiesta de dos de los discípulos de Jesús: Felipe y Santiago. Y el texto del Evangelio de Juan, hoy, relata precisamente un desconcertante diálogo de Jesús con los discípulos, en el que Felipe interviene: “Señor, muéstranos al Padre y nos basta”.  Felipe intuye que hay algo más profundo que no acaban de comprender en este inicio del discurso de despedida de Jesús.

La respuesta de Jesús parece sonar a reproche: “Hace tanto que estoy con ustedes, ¿y no me conoces, Felipe?”. Pero en realidad está cargada de cariño y un deseo entrañable de que comprendan lo que les quiere expresar, para que no se sientan solos o abandonados por Él. Si creéis en mí, haréis obras grandes y se os dará lo que pidáis en mi nombre, les dice. El reto está ahí, y las claves para lograrlo apuntan a Jesús mismo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”.

Los Apóstoles no acababan de entender la unidad entre el Padre y Jesús, no alcanzaban a ver al Dios y Hombre en la persona de Jesús. Él no se limita a demostrar su igualdad con el Padre, sino que también les recuerda que ellos serán los que continuarán su obra salvadora: les otorga el poder de hacer milagros, les promete que estará siempre con ellos, y cualquier cosa que pidan en su nombre, se la concederá.

Estas respuestas de Jesús a los Apóstoles, también nos las dirige a todos nosotros. San Josemaría, comentando este texto, dice: «‘Yo soy el camino, la verdad y la vida’. Con estas inequívocas palabras, nos ha mostrado el Señor cuál es la vereda auténtica que lleva a la felicidad eterna (…). Lo declara a todos los hombres, pero especialmente nos lo recuerda a quienes, como tú y como yo, le hemos dicho que estamos decididos a tomarnos en serio nuestra vocación de cristianos».

El camino que nos señala Jesús es el de la fraternidad, el Padre al que hemos de ir, es el que nos llama hijos. Tampoco hay que darle muchas vueltas, sólo arriesgarse a vivir como hijos de Dios y como hermanos, con todo lo que trae consigo. En Cristo.

Reflexión del Evangelio del día Jn 6, 16-21

Sábado 30 de abril de 2022. II Semana del Tiempo Pascual. Ciclo C.

Pbro. Asdrubal de Jesús Zeledón Ruiz

«Señor, en la tempestad pueda reconocerte» En la vida diaria, el cristiano está invitado a vivir los signos extraordinarios que forman parte de las acciones ordinarias, la presencia de Cristo resucitado,  anima el espíritu de los discípulos para seguir adelante sin desfallecer.

«Señor, en la tempestad pueda reconocerte» Los discípulos están en la barca, ya es noche, un día bastante cansado, luchando contra las dificultades del momento, a pesar de la adversidad, «ven a Jesús caminando sobre las aguas, y les entra miedo» (Jn 6, 19). En la vida tenemos que ser valientes para enfrentar los miedos. ¿Cómo confrontamos las dificultades de la vida? Los discípulos tienen la oportunidad de ver al Maestro, que constituye para ellos un examen de conciencia y una llamada a superar las dificultades de la vida.

Con la expresión: «Soy yo. No tengan miedo» Jesús tranquiliza a los discípulos y se hace reconocer revelándose como el Señor, se revela con la fuerza misma que va a su encuentro con amor. Jesús es el lugar de la presencia de Dios entre los hombres. Bajo el rostro humano de Jesús se ocultan su misterio y su identidad.

¡Cuántos problemas surgen, Señor, cada día!, las tensiones, los miedos y los conflictos. Hay que hacerle frente a la vida y ser optimista para afrontar las dificultades. Las tenciones, se resuelven con dialogo, los miedos, se resuelven la valentía para obtener la victoria y los conflictos, se resuelven con respeto y el dialogo medios que favorezcan el bien común.

¡Para bien de nuestros hermanos y nuestra propia santificación! Amén.

Reflexión del Evangelio de San Juan 3, 31-36

Jueves 28 de abril de 2022. Ciclo C. II Semana de Pascua

Pbro. Asdrubal de Jesús Zeledón Ruiz

El Padre ama al Hijo y todo lo pone en sus manos (Jn 3, 35).

El hombre es capaz de responder al amor de Dios, Dios como Padre, da a su propio Hijo, fuente de vida, que entrega su amor para destruir el pecado y la muerte.

Para nosotros, las palabras que dirige Jesús es un reto, al participar del discipulado, una obra que se va construyendo gracias a la experiencia del mismo Jesús. «Él viene del cielo y está por encima de todos, y da testimonio de lo que ha visto y oído» (Jn 3, 32). Nosotros, ¿damos testimonio de la Palabra que escuchamos cada día, cuando nos acercamos a vivir la Eucaristía?

Hemos ido creando el hábito  de leer la Sagrada Escritura, que me invita a dar la razón del amor de Dios Padre, que se ha revelado en su Hijo Unigénito. Esta es la realidad profunda del ser de Jesús, no sólo recibe todo del Padre, sino también Él transmite a su vez cuanto posee. La Palabra de Dios debe penetrar el corazón del hombre, se escucha, se vive y se da testimonio.

Al final, la Palabra de Dios, nos debe llevar a todos los hombres a alcanzar la conversión del corazón. Y quien acepta su Palabra, deja lugar al Amor que lo trasciende y encuentra lo que nadie puede conseguir, poseer la vida eterna.

¡Para bien de las almas y nuestra propia santificación! Así sea.

Reflexión del Evangelio Jn 3, 16-21

Miércoles 27 de abril de 2022. Ciclo C. II Semana de Pascua

Pbro. David Flores Espinoza

Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único (Jn 3, 16).

¿A través de qué podemos comprender que tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único? ¿Cómo experimentar este tanto amor que Dios nos tiene, en medio de nuestro propio pecado?

La respuesta es sencilla: Todo lo que hace Dios es por amor. Todo lo que sale de las manos de Dios es producto del amor, porque Dios es Amor, no sabe más que amar. Y nosotros somos obra de sus manos, hechos a imagen y semejanza suya, según el libro del Génesis.  Somos obra de su amor, pero Dios ama al pecador más no al pecado.

Esta fue la intención amorosa de Dios con el envío de su hijo Jesús. Pero no quiere salvarnos de nuestros pecados sin nuestra colaboración. Nos deja libres para tomar o rechazar su bello regalo. Entonces desde nuestra propia libertad podemos aceptar a Jesús, su salvación, la vida y eterna; o podemos ejercer nuestra libertad rechazando su regalo, que nos libera del pecado y de la muerte. «El que cree en él, no será condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios”. Aceptemos este regalo maravilloso de Dios, en nuestras manos está elegir. Una eternidad con Dios en la asamblea de los bienaventurados o una eternidad lejos de Dios.