Reflexión del Evangelio del día Lc 1, 39- 56

XX Semana del Tiempo Ordinario. Ciclo C.

Reflexión del Evangelio del día Lc 1, 39- 56.

Por el Pbro. Asdrubal de Jesús Zeledón Ruiz, Pastoral de Medios de comunicación de la Diócesis de Jinotega en Nicaragua.

La humildad y voluntad de servicio de la Santísima Virgen María.

Cuando un familiar está atravesando alguna dificultad nos necesita. ¿Qué motivó a la Virgen María visitar a su prima Isabel? El servicio, su parienta Isabel, anciana y estéril se haya en el sexto mes de gestación gracias a la intervención divina. María recibe el anuncio del ángel, inmediatamente se pone al servicio ante la necesidad y la dificultad de Isabel.

La presencia de la Santísima Virgen María es extraordinaria, Ella, la llena de gracia por la acción del Espíritu Santo es sensible ante la necesidad, su servicio es un gesto caritativo y de solidaridad, Madre del Mesías, el Hijo de Dios a quien llevaba en su seno. Esta señal le hace ponerse en camino presurosa a las montañas de Judea, quien muestra humildad y voluntad de servicio.

Isabel se sorprende ante la visita inesperada, ¿Quién soy yo para que la madre de mi Señor, venga a verme? La Santísima Virgen comunica alegría, no sólo a su prima Isabel sino también al niño (Juan) a quien lleva en su vientre, “Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de alegría”  Es decir, porque lleva en sus entrañas al Señor. Con esto, Isabel demuestra que ha comprendido bien el mensaje trasmitido a su hijo Juan, sobre el niño que espera María.

Solo tres meses le faltaba para que su hijo naciera, el texto sagrado nos permite creer que María quería ayudar a su prima. María corre, y va donde le llama la urgencia una necesidad, demostrando en Ella, una finísima sensibilidad y concreta disponibilidad.

Seamos generosos en ayudar a quien nos necesita, como lo hizo la Madre de Dios, que ella intercede en nuestro favor, Dios nos conceda ser fieles en lo poco que nos ha encomendado, María está siempre presente en nuestro camino, como lo estuvo en el de su Hijo, con su ejemplo, con su intercesión  y su auxilio maternal.

¡Para bien de la Iglesia y nuestra propia salvación! Amén.

Homilía Mons. Carlos Enrique Herrera, en la Memoria de San Juan María Vianney

Jueves 04 de agosto de 2022. XVIII del Tiempo Ordinario. Ciclo C.

Homilía Memoria de San Juan María Vianney. Por, Mons. Carlos Enrique Herrera, Obispo de la Diócesis de Jinotega Nicaragua.

En la primera lectura el Señor llama a Ezequiel y le dice: “Hijo del hombre, anda y dile a todos lo que escuchas de mi voz”. Envía a Ezequiel a hacer un llamado a la conversión, una invitación a un cambio de vida y de no hacerlo, el también estaría cometiendo un gran pecado. Por eso también le dice: “Si no le dices al pecador sus pecados, tú también pagarás por ellos”. Este llamado también se lo hace al justo y le advierte que, de caer a la vida antigua llena de pecado, también será condenado.

La vida cristiana es siempre un caminar, un avanzar bajo la guía del Espíritu, de la Palabra de Dios, de la gracia y misericordia que él siempre nos quiere dar. Es importante tener en cuenta esta realidad.

Hoy celebramos a San Juan María Vianney, él supo escuchar las palabras de Ezequiel y también las del Evangelio, cuando el Señor lo llamó y lo envió a una parroquia abandonada, pobre y difícil porque había pocos creyentes y en su mayoría la población estaba llena de vicios y de grandes pecados. Él llega en nombre del Señor a anunciar la buena nueva de salvación, a curar toda enfermedad y dolencia. Cuando Jesús habla de las dolencias no se refiere a las que son un tanto físicas, sino a las dolencias y enfermedades espirituales, y eso fue lo que hizo el cura de Ars. Llevar esa salud espiritual, ya lo demás llegaba por añadidura.

El Señor nos dice hoy a nosotros: “Todos son mis discípulos desde nuestro bautismo”. Todos estamos llamados a ser centinelas. Ustedes padres de familia con sus hijos, con sus hermanos, con quienes encontremos. Debemos anunciarles el reino de Dios, el camino de la verdad y del amor.

No es fácil el ser cristiano, el ser profeta, el anunciar la palabra del Reino de Dios ante todo con el ejemplo y por medio de su palabra.

A muchos no les gusta que se les hable de la palabra de Dios, de lo que nos hace ver el pecado por eso siempre hay esa lucha entre el bien y el mal.

Este gran hombre, el santo cura de Ars era perseguido por el demonio, lo tentaba a cada rato porque era un hombre fiel. Fue un sacerdote que pasaba constantemente en el confesionario y ustedes saben que al demonio no le gusta que el sacerdote confiese porque es por medio de ese sacramento que las almas se purifican, se arrepienten y cambian. Por eso el demonio no quiere que el sacerdote confiese y tampoco quiere que los fieles se confiesen.

La vida de oración y de penitencia de este gran santo debe de ser un gran ejemplo. Él decía que la oración y el amor van unidos. La oración es estar en comunión con Dios y el estar en comunión con Dios nos hace amar. Amarlo a él sobre todas las cosas y amar al prójimo, aún incluso a nuestros enemigos. Es muy importante esta lección que nos da. Oren y amen, ese es el secreto para ser crecientes en la fe, en el amor y en la esperanza en la vida cristiana.

Jesús dice que les dio poder a los apóstoles, pero primero les enseñó a orar. El poder viene de ahí, de la oración. Ellos se llenan primero de ese poder espiritual para poder sanar a los demás, para poder llevar ese amor misericordioso a los que encontraran en el camino, expulsando demonios, curando enfermedades, resucitando muertos, porque esa es la misión del presbítero, de la Iglesia y también a través de ustedes. ¿Cuántos laicos han orado y el Señor les ha escuchado? Todos estamos llamados a enseñar, a cuidar y a proteger al otro, no solo el Papa, el obispo o el sacerdote, porque todos hemos sido ungidos y participamos del sacerdocio de Cristo.

Hay tanto que hacer hoy. Hay tanto que tenemos que purificar. Hay ambientes muy violentos, llenos de mucha división, esa es presencia del mal, pero no hay que tener miedo y solo quejarnos. Tenemos que ser como el cura de Ars, no tenía miedo, siempre estaba en esa lucha y vencía al demonio. Claro que pasó momentos de crisis, incluso hubo veces en las que le dijo al obispo: “Ya no puedo”. Él fue un sacerdote solo, alejado de los demás. Pero el obispo le dijo: “No. Tienes que seguir. Dios está contigo”. Todas esas circunstancias las vivió el sacerdote. Porque él también es humano. Su misión fue una misión fuerte, una misión con vocación.

Hay momentos en los que la carne, es decir la parte humana se reciente ante el atropello del maligno. Por eso hay que orar por los sacerdotes. Ustedes tienen que orar por nosotros. Nosotros cada Eucaristía la ofrecemos por ustedes.

Así debe de ser la vida del cristiano. Vivir una vida consagrada al Señor día a día. Amándonos, nosotros nos amamos unos a otros cuando oramos por cada uno. Ofrezcamos esta Eucaristía por nuestros sacerdotes. Pidamos por nuestros hermanos, cuidemos a los más pequeños.

Hoy más que nunca el demonio usa muchas técnicas para poder seducirnos al mal. Hay mucha división en la familia, mucha desobediencia de los hijos. Mucha incomprensión aún en medio de la Iglesia. ¿Y por qué? Porque el demonio quiere separarnos, pero el mal no puede vencer.

Pidamos esa sabiduría de Dios. Hay que vencer con la oración y con el amor.

Así sea.

 

Reflexión del Evangelio del día Mt. 14,22-36.

Martes de la XVIII Semana del Tiempo Ordinario Mt. 14,22-36

La presencia de Dios junto a nosotros, en nuestro acontecer terreno, aparece frecuentemente más como una ausencia o, en cualquier caso, no parece ser eficaz. Ante nuestros ojos, empañados por el miedo a vivir, su imagen se confunde con la imagen de los numerosos mercaderes de soluciones fáciles e inmediatas para salir de la angustia. A veces, se interponen entre nosotros y él ritos convencionales y tradiciones de los antiguos. Estamos tan acostumbrados a los sucedáneos de Dios que ya no sabemos reconocerle a él mismo. Más aún, Dios nos desorienta porque no le conocemos como él se da a conocer. Nos espanta porque fácilmente queremos verlo según nuestra imaginación y no tal como él se muestra a nosotros.

En medio del remolino que supone la imposibilidad que sentimos para encontrar vías de escape por nosotros mismos, podemos hacer nuestro el grito de Pedro: «¡Señor, sálvame!», y tener la esperanza cierta de oírnos repetir lo que somos: gente de poca fe, siempre dispuesta a dudar. Con nuestra débil fe podemos reconocer que Jesús es el salvador, sólo él, y nadie más. Todo instante es el momento oportuno para el encuentro decisivo con él, en lo íntimo y en lo profundo de nuestro ser.

En el relato que hoy leemos en el evangelio, la tempestad calmada por Jesús ha sido son orientados específicamente a la formación del grupo de los discípulos (cf. Mt 14,13-16,20), que preceden al magno «discurso sobre la vida de la comunidad cristiana». El evangelista había narrado ya una tempestad que sorprendió a los discípulos mientras dormía el Maestro. Hoy, se desencadena la tempestad cuando la barca se encuentra en medio del lago y mientras Jesús, que previamente se había separado de los discípulos, ora en soledad. Su llegada milagrosa engendra en ellos turbación y miedo. Sin embargo, sus palabras de ánimo les tranquilizan. Y no sólo esto: también animan a Pedro a imitar a su Maestro caminando sobre las olas.

La duda hace parte del camino de la fe. Gracias a la duda damos saltos de fe profundamente significativos, nos abandonan nuestras certezas y experimentamos que nos hundimos para nuevamente poder reconocer que Él, realmente es el Hijo de Dios. Y así, entre dudas y certezas continuamos la travesía para llegar a dónde Él tiene que llegar y realizar la misión que Él tiene que realizar. Aunque vivir así, de esta forma, asumiendo la vida de fe, implica abrazar un día muy atareado y una noche como espacio de soledad y silencio, de Punto de Encuentro con el Señor.

Hoy en día, en nuestro contexto podemos preguntarnos ¿Por qué dudo? Y le podemos decir al Señor, tu presencia, Jesús, me resulta en ocasiones incomprensible, tu venida a mi encuentro no pasa por los senderos de mis lógicas y no te veo allí donde tú estás. Te quisiera a mi medida, quisiera que fueras alguien que resuelve mis desgracias, un antídoto contra los infortunios y las posibles calamidades. ¿Por qué dudo? Porque tu salvación abarca mi humanidad y la transfigura a tu semejanza divina, y me produce vértigo. Si sigues apoyándome, Señor, también yo con mi titubeo dubitativo podré confiarme a tu mano. Que pase junto a ti, a través de las oleadas del tiempo, a la dulcísima quietud de la eternidad.

En Cristo,

Jose Bismar Villagra Barrera

Reflexión del Evangelio del día, Mt 14, 13-21.

Reflexión del Evangelio del día, Mt 14, 13-21. XVIII Semana del Tiempo Ordinario. Ciclo C.

Por el Pbro. Asdrubal de Jesús Zeledón Ruiz. Pastoral de Medios de Comunicación de la Diócesis e Jinotega.

La empatía de Jesús, su corazón se conmueve y le dio lástima.

Queridos hermanos en Cristo, una vez más Jesús viene a nuestra vida, su ejemplo de vida motivó a los suyos a seguirle. En el mundo en el que vivimos existen muchas necesidades que marcan la vida de cada persona, «Jesús tiene compasión ante el dolor ajeno, al desembarcar vio Jesús al gentío, y le dio lástima y curó a los enfermos». La empatía de Jesús, suele ser una de las expresiones que pocos tenemos, su corazón se conmueve y experimenta lástima.

La capacidad que tenemos para ponernos en el lugar de otra persona y entender mejor sus acciones  y sus comportamientos. ¿Por qué la gente seguía a Jesús? A Él le seguían por muchas razones: sanaba a enfermos, mostró el amor verdadero a los suyos, enseñaba con su palabra y obras, por medio de sus acciones y prodigios se conmovía ante el dolor humano.

Jesús tiene la capacidad de comprender al ser humano, nuestras acciones deben ir más allá de la comodidad, Jesús encuentra razón para ayudar al ser humano, les da de comer, la necesidad no se limita a la carencia de las cosas, sino no la forma como luchamos para obtener en abundancia y distribuir a la gente.

En la vida siempre tenemos imprevistos, cada cosa que Dios nos permite en nuestra vida, suelen darnos su propia enseñanza, ayudar a una persona. Jesús después de la muerte de Juan el Bautista se dirigió a un lugar apartado, desea estar solos, sin embargo hay otros que necesitan de su ayudar. Jesús por medio de su Evangelio, nos invita a ser disponible con las demás personas, el otro, tu rehén (prójimo).

Jesús nos enseña de las miles maneras, aprendamos de Él, cual es nuestra actitud ante los demás, Él realiza la multiplicación de los panes y los pescados, si pensamos humanamente esto es una locura, algo imposible solo quienes tuvieron la oportunidad de conocer a Jesús,   pueden saber lo que significó este privilegio de Dios, lógicamente por encima de todo debe estar fe para creer en los milagros y prodigios.

El Señor nos invita a que seamos nosotros, sus seguidores, quienes alimentemos a nuestros semejantes, con la Palabra que procede de Dios, no solo que cubramos las necesidades de los más vulnerables, sino que, también, seamos portadores de la alegría del Evangelio”. ¡Para bien de la iglesia y nuestra propia salvación.

Del santo Evangelio según san Juan 11, 19-27

En aquel tiempo, muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María para consolarlas por la muerte de su hermano Lázaro. Apenas oyó Marta que Jesús llegaba, salió a su encuentro; pero María se quedó en casa. Le dijo a Marta a Jesús: “Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora estoy segura de que Dios te concederá cuanto le pidas”.

Jesús le dijo: “Tu hermano resucitará”. Marta respondió: “Ya sé que resucitará en la resurrección del último día”. Jesús le dijo: “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y todo aquel que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees tú esto?”. Ella le contestó: “Sí, Señor. Creo firmemente que Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo”.

Palabra de Dios.