Reflexión del Evangelio del día

Martes 10 de mayo de 2022.

Reflexión del Evangelio de Jn 10, 22-30

IV Semana del Tiempo Pascual. Ciclo C.

Seminarista: José Bismar Villagra Barrera.

Las ovejas del rebaño de Jesús distinguen la voz de su pastor entre los miles de voces que escuchan (Jn 10,3) El Evangelio de Juan que nos propone la liturgia, nos vuelve a insistir en la idea de Jesús como Buen Pastor que llama a sus ovejas y cuida de ellas, hasta dar la vida, con un amor sin límites. ¿Qué nos puede pasar con un cuidador de tanta categoría? Actúa, trabaja y confía, porque el “pastor” cuida de ti como cuidó de los primeros discípulos, ha cuidado a tantos creyentes y nos seguirá cuidando a los que sigamos escuchando su voz.

Esta escena tiene lugar en el templo, durante la fiesta de la Dedicación al mismo. En ésta se conmemoraba la nueva consagración del altar del santuario que había sido profanado años antes por Antíoco Epífanes (164 a. C). Jesús se pasea por el pórtico de Salomón que rodea la gran explanada, situada al lado Este del templo. Los enemigos hacen grupo a su alrededor, en cierta manera, acosándolo como hacen los hombres violentos contra el justo del Sal 22, y provocándolo a fin de que diga una palabra que sirva de excusa para la condenación oficial: «¿Hasta cuándo nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente».

En el fondo, el conflicto viene dado porque la imagen del Mesías de aquellos coetáneos de Jesús dista mucho de la imagen del Mesías con la que se auto presenta el Maestro de Nazaret. Mientras la primera responde a un líder nacionalista y político contra la ocupación romana, Jesús se identifica con el Mesías de la promesa davídica encarnado en el pastor de Ezequiel, que “apacienta a sus ovejas y las hace reposar, busca la oveja perdida, recoge a la descarriada, venda a las heridas, fortalece a la enferma” (Ez 36,15-16).

Sus obras, los signos realizados, han ido mostrando esa realidad, pero no han querido creerle porque no son de sus ovejas. En cambio, sus ovejas escuchan su voz, y Él las conoce en sus luces y sus sombras. Las ovejas del rebaño de Jesús distinguen la voz de su pastor entre los miles de voces que escuchan (Jn 10,3) y van tras Él porque saben que solo Él puede ofrecer la vida para siempre, esa que transforma toda la existencia, aquí ahora, y luego en “la otra vida”; esa vida eterna no es ni más ni menos que sumergirse en la comunión amorosa del Padre y del Hijo, participar de su vida divina, unirse a la danza eterna del Dios Trinidad.

El evangelio me tiene que interpelar ¿soy de las ovejas de Jesús Pastor? ¿Reconozco su voz entre otras muchas? ¿Qué signos experimento que me hacen saberme sumergido en el Dios Trinidad? ¿Cómo ayudo a otros a encontrarse con ese Pastor cuidadoso que da Vida y Vida en abundancia?

En Cristo,

III SEMANA DE PASCUA REFLEXIÓN AL EVANGELIO DEL DÍA SÁBADO 07 DE MAYO DE 2022

Como estamos en tiempo Pascual, la liturgia nos recuerda, cómo la fuerza del Resucitado impulsó a sus discípulos a comunicar su presencia. Lo hacían como lo hizo Jesús cuando estaba con ellos, curando, liberando, acercándose a las personas y llevándoles esperanza e ilusión a sus vidas, y decían que no lo hacían ellos sino en nombre y con la fuerza del Espíritu que Jesús les había comunicado. En nombre de Jesús.

En la lectura de hoy es Pedro, al que buscan y se acerca y con su actuación muchos descubren la buena noticia traída por Jesús: Dios quiere siempre el bien de las personas y ama a todos. Ante esta afirmación de Jesús, nos preguntamos junto al salmista. ¿Cómo le pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Este interrogante del salmo es una invitación a vivir la vida dándonos cuenta de lo que hemos recibido y recibimos cada día, por parte de Dios. Cada día debemos prestar atención a todos los dones que Dios nos está concediendo, para vivir en actitud de agradecimiento. El agradecimiento debe convertirse en una actitud de alabanza.

San Juan recalca que el hablar de Jesus es duro. ¿Quién puede hacerle caso? Jesús no es insensible a la actitud de sus discípulos ante sus palabras. Más que duras, pues no eran insultantes, les resultaban novedosas e incomprensibles, de ahí la crítica y lo que murmuraban. La reacción de Jesús resulta de lo más interesante. No se defiende, sólo que reúne a los más cercanos. San Pedro, como siempre, es el que responde ante la pregunta provocadora de Jesús. ¿A quién vamos a ir? ¿Quién mejor que tú puede orientarnos en la vida? Tus palabras nos animan, pues son Espíritu que nos impulsa, y son vida que dan sentido a nuestra existencia.

Hoy, como entonces, nos resulta difícil de entender la Palabra de Jesús. Nos cuesta comprenderla cuando la escuchamos. Nos cuesta cumplirla, por eso muchas veces la olvidamos y no la escuchamos. Algunas son muy claras y sencillas. Otras son comprometidas, pero todas resultan una buena manera de dar sentido a nuestra vida, si las escuchamos con interés y sabiendo que nos las dirige, porque nos quiere y quiere nuestro bien.

Vivimos tiempos de mucha comunicación. Una comunicación que solemos oír, pero la mayoría de las veces no la escuchamos. Con la Palabra de Dios nos suele ocurrir lo mismo, la oímos; pero no la cuchamos. Las Palabras de Jesús, tenemos que escucharlas, pues con ellas vamos descubriendo a qué y a quién dio importancia Jesús en su vida. Debemos recobrar una actitud de escucha serena y tranquila de la Palabra de Dios. Ella orienta nuestra existencia, enseñándonos a vivir con una confianza grande en Dios como Padre-Madre que busca introducir en nuestro mundo un proyecto humanizador, para dar pasos hacía una humanidad más justa, digna y fraterna para todos.

Como reto de la Resurrección y con la fuerza del Espíritu, debemos recuperar a Jesús como el maestro espiritual y humano que puede dar sentido a nuestra existencia. Sus palabras son Espíritu y Vida. Si queremos vivir con esperanza, con amor, con ilusión y con sentido no busquemos mejor maestro para nuestra vida. Es siempre Jesús.

En Cristo,

José Bismar Villagra Barrera

Seminarista egresado de Teología

Reflexión del Evangelio Jn 6, 52-59

VIERNES DE LA 3ra SEMANA DEL TIEMPO PASCUAL

Este fragmento, que sirve de conclusión al «Discurso del pan de vida», va unido a lo que el evangelista nos ha dicho antes. Sin embargo, el mensaje se vuelve aquí más profundo y se hace más sacrificial y eucarístico. Se trata de hacer sitio a la persona de Jesús en su dimensión eucarística. Él es el pan de vida, no sólo por lo que hace, sino especialmente en el sacramento de la Eucaristía, lugar de unión del creyente con Cristo. Jesús-pan se identifica con su humanidad, la misma que será sacrificada en la cruz para la salvación de los hombres.

Jesús es el pan, como palabra de Dios y como víctima sacrificial, que se hace don por amor al hombre. La ulterior murmuración de los judíos «¿Cómo puede éste darnos de comer su carne?»; denuncia la mentalidad incrédula de los que no se dejan regenerar por el Espíritu y no tienen intención de adherirse a Jesús. Este insiste con vigor, exhortando a consumir el pan eucarístico para participar de su vida: «Si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros».

Más aún, anuncia los frutos extraordinarios que recibirán los que participen en el banquete eucarístico: el que permanece en Cristo y toma parte en su misterio pascual permanece en él con una unión íntima y duradera. El discípulo de Jesús recibe como don la vida en Cristo, una vida que supera toda expectativa humana porque es resurrección e inmortalidad.

Ésta es la enseñanza profunda y autorizada de Jesús en Cafarnaún, cuyas características esenciales versan, más que sobre el sacramento en sí, sobre la revelación gradual de todo el misterio de la persona y de la vida de Jesús.

Aprovechemos el don de Dios presente en Santísima la Eucaristía para que, teniendo vida en Él, seamos un don para nuestros hermanos. Amen.

Reflexión del Evangelio Jn 14, 6-14.

Fiesta de los Santos Felipe y Santiago, apóstoles. III Semana de Pascua. Ciclo C

Seminarista: José Bismark Villagra.

        Imagen. Crédito Aciprensa.             Hoy celebramos la fiesta de dos de los discípulos de Jesús: Felipe y Santiago. Y el texto del Evangelio de Juan, hoy, relata precisamente un desconcertante diálogo de Jesús con los discípulos, en el que Felipe interviene: “Señor, muéstranos al Padre y nos basta”.  Felipe intuye que hay algo más profundo que no acaban de comprender en este inicio del discurso de despedida de Jesús.

La respuesta de Jesús parece sonar a reproche: “Hace tanto que estoy con ustedes, ¿y no me conoces, Felipe?”. Pero en realidad está cargada de cariño y un deseo entrañable de que comprendan lo que les quiere expresar, para que no se sientan solos o abandonados por Él. Si creéis en mí, haréis obras grandes y se os dará lo que pidáis en mi nombre, les dice. El reto está ahí, y las claves para lograrlo apuntan a Jesús mismo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”.

Los Apóstoles no acababan de entender la unidad entre el Padre y Jesús, no alcanzaban a ver al Dios y Hombre en la persona de Jesús. Él no se limita a demostrar su igualdad con el Padre, sino que también les recuerda que ellos serán los que continuarán su obra salvadora: les otorga el poder de hacer milagros, les promete que estará siempre con ellos, y cualquier cosa que pidan en su nombre, se la concederá.

Estas respuestas de Jesús a los Apóstoles, también nos las dirige a todos nosotros. San Josemaría, comentando este texto, dice: «‘Yo soy el camino, la verdad y la vida’. Con estas inequívocas palabras, nos ha mostrado el Señor cuál es la vereda auténtica que lleva a la felicidad eterna (…). Lo declara a todos los hombres, pero especialmente nos lo recuerda a quienes, como tú y como yo, le hemos dicho que estamos decididos a tomarnos en serio nuestra vocación de cristianos».

El camino que nos señala Jesús es el de la fraternidad, el Padre al que hemos de ir, es el que nos llama hijos. Tampoco hay que darle muchas vueltas, sólo arriesgarse a vivir como hijos de Dios y como hermanos, con todo lo que trae consigo. En Cristo.

Reflexión del Evangelio del día Jn 6, 16-21

Sábado 30 de abril de 2022. II Semana del Tiempo Pascual. Ciclo C.

Pbro. Asdrubal de Jesús Zeledón Ruiz

«Señor, en la tempestad pueda reconocerte» En la vida diaria, el cristiano está invitado a vivir los signos extraordinarios que forman parte de las acciones ordinarias, la presencia de Cristo resucitado,  anima el espíritu de los discípulos para seguir adelante sin desfallecer.

«Señor, en la tempestad pueda reconocerte» Los discípulos están en la barca, ya es noche, un día bastante cansado, luchando contra las dificultades del momento, a pesar de la adversidad, «ven a Jesús caminando sobre las aguas, y les entra miedo» (Jn 6, 19). En la vida tenemos que ser valientes para enfrentar los miedos. ¿Cómo confrontamos las dificultades de la vida? Los discípulos tienen la oportunidad de ver al Maestro, que constituye para ellos un examen de conciencia y una llamada a superar las dificultades de la vida.

Con la expresión: «Soy yo. No tengan miedo» Jesús tranquiliza a los discípulos y se hace reconocer revelándose como el Señor, se revela con la fuerza misma que va a su encuentro con amor. Jesús es el lugar de la presencia de Dios entre los hombres. Bajo el rostro humano de Jesús se ocultan su misterio y su identidad.

¡Cuántos problemas surgen, Señor, cada día!, las tensiones, los miedos y los conflictos. Hay que hacerle frente a la vida y ser optimista para afrontar las dificultades. Las tenciones, se resuelven con dialogo, los miedos, se resuelven la valentía para obtener la victoria y los conflictos, se resuelven con respeto y el dialogo medios que favorezcan el bien común.

¡Para bien de nuestros hermanos y nuestra propia santificación! Amén.