HOMILÍA DE LA DESPEDIDA DE LA VIRGEN DE FATIMA DE LA CATEDRAL SAN JUAN 18 SEPTIEMBRE- 2022

HOMILÍA DE LA DESPEDIDA DE LA VIRGEN DE FATIMA DE LA CATEDRAL SAN JUAN 18 SEPTIEMBRE- 2022

Apoc: 11: 19, 12 – 1-6-10

Cor: 15: 20-26

Lc 1,39-56)

Saludos de Paz y Bien en Jesucristo Nuestro Señor, 

“En esta Eucaristía damos gracias a Dios por la visita de la Imagen de la Virgen peregrina de Fátima en nuestra diocesis y en toda la provincia eclesiástica de Nicaragua. Ella ha venido para estar con nosotros y quedarse en cada unos de nuestros corazones, en todas aquellas personas que han sentido su cercanía de madre”.

La presencia de la Virgen de Fátima, que ha peregrinado durante 2 años y 8 meces en nuestro territorio nacional, ha acompañado a nuestro pueblo marcado ante las dificultades sociales, económicas y sanitarias. A ella nos dirigimos confiando en su intercesión de Madre para con nosotros sus hijos. 

Hoy como Diócesis despedimos la imagen peregrina de la virgen de Fátima. Ya que, en este tiempo de estadía en nuestro país, Ella, ha venido de Portugal a darnos a todos nosotros, un mensaje de paz y esperanza. 

Queremos agradecer a los hermanos que acompañaron para resguardaron y custodiar la Imagen durante la peregrinación   en totas las parroquias de nuestra provincia eclesiástica de Nicaragua. 

La primera lectura se nos dice que «Se abrió en el cielo el santuario de Dios, y apareció en su santuario el arca de su alianza». El texto, sagrado, nos muestra varios signos: la mujer y el dragón, signos que representan la lucha dramática del bien y el mal, entre el anuncio del Evangelio y el rechazo del mundo a Dios. 

 

Aquí, se ve la presencia de Dios en medio de su pueblo, la mujer vestida de sol, con los dones de fidelidad y la promesa de llevar a cabo su misión en el mundo de hoy, es la Virgen María, la que llevó en su seno al Hijo eterno de Dios hecho hombre, Jesús nuestro Señor y Salvador.

Este pasaje quiere indicar el aspecto importante de la realidad de María. Ella, arca viviente de la alianza, tiene un extraordinario destino de gloria, porque está tan íntimamente unida a su Hijo, a quien acogió en la fe y engendró en la carne, que comparte plenamente su gloria del cielo. Es lo que sugieren las palabras que hemos escuchado: «Un gran signo apareció en el cielo: una mujer vestida del sol, y la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza; y está encinta. Y dio a luz un hijo varón, el que ha de pastorear a todas las naciones».

 

María es al mismo tiempo figura de la asamblea celestial y de la asamblea del pueblo de Dios que camina dando a luz a Cristo para el hombre de hoy; y prefigura la victoria final de la asamblea con Cristo, por él y en él.

 

En la segunda de lectura del Apóstol San Pablo a los Corintios, nos ayuda a lanzar un poco de luz sobre este misterio de la redención partiendo del hecho central de la historia humana y de nuestra fe, es decir, el hecho de la resurrección de Cristo, que es «la primicia de los que han muerto». 

 

Por este misterio pascual, hemos sido partícipes de su victoria sobre el pecado y sobre la muerte; que heredamos en Adán, el primer hombre, el hombre viejo que nos heredó el pecado y la muerte.

 

Ante esta realidad, todos podemos ver y vivir cada día algo nuevo, hemos sido incorporados por el hombre nuevo, Cristo resucitado, y así la vida de la Resurrección ya está presente en nosotros. El mismo San Pablo dice: «Porque, habiendo venido por un hombre la muerte, también por un hombre viene la resurrección de los muertos. Pues del mismo modo que en Adán mueren todos, así también todos revivirán en Cristo». Pero cada cual en su rango: Cristo como primicia; luego los de Cristo en su venida.

 

El Evangelio nos presenta el cantico del magnifica a María, ella al dar el sí a Dios, inmediatamente después de haber concebido a Jesús por obra del Espíritu Santo, se dirige a visitar a su prima Isabel, también ella milagrosamente a la espera de un hijo.  

En este encuentro lleno del Espíritu Santo, María expresa su alegría con el cántico del Magníficat, porque ha tomado plena conciencia de las grandes cosas que están ocurriendo en su vida: el Evangelio de Lucas nos muestra cual es el motivo más verdadero de la grandeza de María y de su santidad: el motivo es la fe.  De hecho, Isabel la saluda con estas palabras: «Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor».

La fe es el corazón de toda la historia de María; ella es la creyente, la piadosa; en la historia le pesa la violencia de los prepotentes, el orgullo de los ricos, la arrogancia de los soberbios.  Sin embargo, María cree y proclama que Dios no deja solos a sus hijos, humildes y pobres, sino que los socorre con misericordia, con angustia, derribando a los poderosos de sus tronos, dispersando a los orgullosos en las trampas de sus corazones.  Ésta es la fe de nuestra Madre, la virgen María.

El magníficat, nos permite vislumbrar el sentido de la vivencia de María: si la misericordia del Señor es el motor de la historia de la salvación. “El poderoso ha hecho grandes cosas, su nombre es santo”. Nuestra vida, vista a la luz de María asunta al Cielo, no es un errar sin rumbo, sino una peregrinación que, aún con todas sus incertidumbres y sufrimientos, tiene una meta segura: la casa de nuestro Padre, que nos espera con amor.  

Confiemos siempre en Dios que hace resplandecer «para su pueblo, todavía peregrino sobre la tierra, un signo de consuelo y de segura esperanza».  Aquel signo tiene un rostro, un nombre: el rostro radiante de la Madre del Señor, el nombre bendito de María, la llena de gracia, bendita porque ella creyó en la palabra del Señor.  ¡La gran creyente!  Como miembros de la Iglesia, estamos destinados a compartir la gloria de nuestra Madre, porque, gracias a Dios, también nosotros creemos en el sacrificio de Cristo en la cruz y mediante el Bautismo, somos insertados en este misterio de salvación.

En cuanto a las apariciones de Fátima las seis apariciones de la Virgen se inician y finalizan con un mismo mensaje: en la primera aparición, hace referencia a reparar los pecados con que Dios es ofendido y en la sexta aparición no ofendan mas a Nuestro Señor que ya esta muy ofendido.   También dijo. Reparad los crímenes y consola a vuestro Dios. Como podemos consolar, cumpliendo los mandamientos de Dios y consagrándonos al corazón Inmaculado de la Virgen de Fátima. y como les dijo a los pastorcitos: Rezad, rezad mucho y haced sacrificio por los pecadores.

El amor es más fuerte que el odio. Y digamos con Isabel: “Bendita tú eres entre todas las mujeres“. Te invocamos con toda la Iglesia: Santa María, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. 

“Quien confía en María nunca se sentirá defraudado”. 

Sagrado Corazón María ruega por nosotros. Que así sea.

HOMILIA NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLOPRES, FIESTA PATRONAL DE LA PARROQUIA DE PANTASMA. 2022

Hb 5, 7-9, Sal 30, Jn 19, 25-27.

Saludos de Paz y Bien en Jesucristo Nuestro Señor Jesucristo, Carísimo Padre, José Gustavo Sandino Ocho, P. Yeider Julián y demás sacerdotes que nos acompañan en esta celebración, fieles todos.

Queridos hermanos, celebramos la memoria de Nuestra Señora de los Dolores, es considerada una de las celebraciones más antiguas, puesto que se instituyó en la época de la Colonización, recordamos en ella los sufrimientos que pasó la Virgen María, a largo de su vida, por haber aceptado ser Madre del salvador.

La atención hacia la Virgen Dolorosa se ha ido creciendo la piedad en atención a los siete dolores de la Virgen María, representado con los sietes espadas que traspasan el corazón la Madre del Señor.

Ella abraza la cruz y colabora con su Hijo, cuando entre los hombres hay amor y verdad, todo sufrimiento se suaviza y hasta se convierte en expresión que supera el dolor. «María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón». En ella vemos, como corresponde perfectamente a los que habían escrito los profetas. Los momentos dolorosos de la vida de Jesús, llegan al culmen del Gólgota, por eso, es normal que María esté siempre llorando y meditando todo el acontecimiento de su Hijo.

Otro aspecto, María ofrece desde la pobreza. La Virgen María se sujeta a la ley de la presentación, circuncisión de su Hijo y purificación, más que un rito es prescripción de la ley judía. En María se descubre la pobreza de la Virgen y de San José, quienes ofrecieron un par de tórtolas, María cumple el requisito de la ley, una mujer que no se deja atormentar por el requisito legal, sino que lo afronta, y de lo poco que tiene ofrece su sacrificio, es la mujer de la esperanza.

La profecía de Simeón, lo bendijo y dijo a María. «Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y como signo de contradicción, ¡y a ti misma una espada atravesará tu alma». Para María, esta es una señal, para ella, significa los ultrajes, persecución y envidias que padecerá el Señor por parte de los judíos, desde el principio de su predicación hasta que le acabasen de herir, haciéndole morir en la cruz.

La experiencia de huida de Egipto de María y el niño, «José toma consigo al niño y a su Madre, y huye a Egipto». Ante esta acción indecente e indigna del Señor, quien le toca vivir el abatimiento que tuvo el Señor desde que se encarnó en seno de María. Viéndose al mundo, quiso mostrar, que Él era el que tenia que ser desechado y despreciado entre los hombres, el varón de dolores, que sabe lo que es la flaqueza.

La Virgen María, también, vive la desesperación de extravío de su Hijo, «al cabo de tres días le encontraron en el templo». Ante este acontecimiento, José y María, creyendo que les seguía en aquella compañía, caminan todo el día, pensando que se incorporaría por la tarde, cuando llegaron al lugar donde pasarían la noche. La sorpresa fue, cuando todos llegaron, y no lo encontraban entre sus parientes y vecinos.  Por lo que, María y José volvieron a Jerusalén, en su búsqueda, encontrándolo en medios de los maestros de la ley, enseñándoles y asiéndoles preguntas.

También, María permanece en la cruz en compañía de Juan. ¡Que privilegio y qué honra para San Juan! El mismo Jesucristo dio a la Virgen su lugar, por suya entre sus prendas, la llevó a su casa para que viviese en su compañía; y la trató con respeto que se debe a una madre. María fue fiel a la cruz de su hijo, nunca se acobardó, María fue la mujer de dolor y abrazó la cruz con amor y dolor.

Por su puesto, el dolor de la Virgen María, se concretiza en la crucifixión de su propio Hijo. Las horas dolorosas de agonía, una muerte dolorosa, en el que la madre contempla, la herida de la lanza del costado de su Hijo, el corazón de María fue traspasado por la espada, que en otro tiempo le fue anunciada.

María toma el cuerpo de Jesús, lo toma entre sus brazos. Este momento de dolor, la Virgen lo consideramos el dolor amargo que llenó el corazón de María al recibir en sus brazos al cuerpo, ya sin vida de su querido Hijo, muerto en la desolación, que dolor tan duro de aquella Madre, al ver a su único Hijo ensangrentado, eso acontece hoy en día, con las madres que lloran, que claman justicia por sus hijos.

La carta a los hebreos, subraya la filiación divina de Cristo. Que es hijo de María, Hijo de Dios, que no fue eximido de la muerte ni de los padecimientos, sino que a través de ellos se hizo perfecto y se convirtió en causa de salvación.

No somos los primeros en sufrir. El ejemplo del dolor es Cristo, que aprendió, sufriendo, a obedecer y se ha convertido en autor de salvación para todos. Y junto a Él su madre.

El Evangelio de este día, nos narra el valor de la expresión de Madre y discípulo. «Jesús, viendo a su Madre y al discípulo a quien amaba, que estaban allí, dijo a la madre: Mujer, he ahí a tu hijo».  Es el momento en el que Jesús, no solo describe el acto de piedad filial de Jesús hacia la Madre, sino la verdadera revelación de su maternidad espiritual.

Para nosotros debe ser una enseñanza, Cristo desde lo alto de su cruz, ratifica la maternidad espiritual de María con relación a los hombres, como también en la persona del discípulo predilecto, en el que confiaba también a la Santísima Virgen. Es decir, a partir de ese momento las palabras, María se convierte en Madre no sólo del discípulo amado, sino de todos los creyentes a quienes él representa.

Pidamos a nuestra Señora de los Dolores, que siga acompañando, para que, nosotros sus hijos, nos veamos bajo su protección y amparo.

Dios nuestro, que quisiste que la Madre de tu Hijo estuviera a su lado junto a la cruz, participando en sus sufrimientos, concede a tu Iglesia que, asociada con María a la pasión de Cristo, merezca también participar en su gloriosa resurrección. Así Sea.

Homilía de S.E.R Mons. Carlos Enrique Herrera.- Natividad de la Santísima Virgen María

Natividad de la santísima Virgen María, 8 de septiembre de 2022.

Miqueas 5, 1-4, Salmo 12, Rom 8, 28-30, Mt 1, 18-23.

Queridos hermanos, celebramos la fiesta de la Natividad de la santísima Virgen María, esta fiesta la Iglesia la celebra desde el siglo V, en donde se edificó una Iglesia en Jerusalén, donde había estado la casa de San Joaquín y Santa Ana, padres de la santísima Virgen María.

Con la celebración de esta fiesta damos apertura a la alegría universal, en el que existe un vínculo muy profundo entre el nacimiento de Santa María y la misión de nuestro Señor Jesucristo. 

Así pues, celebrar la fiesta del nacimiento de la Virgen María, estamos celebrando la redención del género humano, porque ella es la portadora de la salvación, es el puente que une; a la humanidad con Dios. En este contexto de alcance universal, para preparar la venida del salvador del género humano, el Hijo de Dios hecho hombre en el seno del Pueblo de la primera alianza, Dios escogió a María.

Ante esta elección de la Virgen, Dios la escogió para hacerla la más eminente de las hijas de Israel. La quiso, de una manera única, imagen de su Hijo. María, pues, es fruto de la misericordia divina que quiere consolar a la humanidad, restaurarla en su dignidad y llevarla a la alegría para siempre en Cristo.

El profeta Miquea es su libro, ha reprendido al pueblo por sus infidelidades; “el Señor abandonará a su pueblo hasta el tiempo en que dé a luz la que ha de dar a luz”. Y ahí recordamos el texto de Isaías en esa misma línea: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo.

Es el anuncio de algo que supone abrir una puerta a la esperanza. La noticia de que, en Belén, pequeña población entre las ciudades de Judá, surgirá alguien que ha de ser “soberano de Israel”. La pequeñez de ese pueblo no es obstáculo para que de ella salga el Mesías, de donde mucho tiempo atrás había surgido David, el gran rey del pueblo de Dios.

La tradición cristiana ha visto en este pasaje de Miqueas el anuncio del nacimiento de Jesús en Belén. Ese que ha de llegar será portador de la paz “porque pastoreará a su pueblo con la fuerza del Señor”.

De ese rey que se anuncia hay que destacar su origen humilde, semejante al origen de David. Él reconstruirá al pueblo desunido y en él aparecerá la gloria de Dios que velará por su pueblo. Ese rey anunciado tiene como nombre la misma paz.

Hay un punto importante que no podemos olvidar de la lectura de Miqueas ha de servirnos para meditar en la fidelidad y la misericordia de Dios. Entre esas bondades hoy destacamos el regalo de María que es para todos, motivo de alegría, también de agradecimiento.

Esto nos debe crear admiración en nuestra vida de cristianos, Ella, que tenía que llevar a Jesucristo en sus entrañas ya apunta hacia nosotros; el mismo San Pablo a los Romanos, nos dice: «Todo contribuye para el bien de los que aman a Dios» el hecho de que el Hijo de Dios e hijo de María pueda ser hermano nuestro, pues «Dios a quien llama los predestina para que produzcan en sí mismos la imagen de su propio Hijo, a fin de que él sea el primogénito entre los hermanos».

María es la puerta a través de la cual nos es concedido conocer a Aquel que siendo todo amor nos llamó, nos justificó, y nos quiere glorificar para que gocemos de él para siempre.

El Evangelio del día de hoy, nos presenta la Anunciación de la Santísima Virgen María, y nos muestra al mundo la Mujer destinada a ser Madre del Divino Salvador. Al recordar este nacimiento, alegre entre todos para el género humano. 

El nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo representó una honra incomparable para toda la humanidad. Guardadas las proporciones, también la venida de la Santísima Virgen al mundo concedió de particular nobleza al género humano. Fue Ella la creatura más perfecta hasta entonces nacida, concebida sin pecado original, a quien le fue dada, desde el primer instante de su ser, una superabundancia de gracias.

El comienzo de todo nos retrotrae al acontecimiento fundamental en la vida de María que no es otro que la Anunciación. María es contemplada como el mejor ejemplo de lo que significa vivir en cristiano. Ella es madre y discípula; ella es modelo de disponibilidad y entrega a la voluntad de Dios. Su “hágase en mi según tu palabra” es una manifestación plena de confianza en Dios a quien entrega su vida.

La fiesta de su nacimiento nos recuerda que la Virgen María vino al mundo sin pecado original; por eso es pura, santa y así recibirá al autor de la gracia dispuesta de la forma más digna para acoger a Jesús, para ser la madre de Dios hecho hombre.

Celebrar la natividad de la Virgen María nos sitúa ante la figura de la Madre del Señor, para aprender a estar disponibles, para acoger y aceptar lo que Dios tiene reservado a cada uno, asumiendo con todas las consecuencias, nuestra aportación a la obra de la salvación.

El amor de Dios por la humanidad se renueva ahora en la celebración eucarística. Y si “las entrañas de la Virgen María” fueron “dichosas” porque “llevaron al Hijo del eterno Padre”, también lo seremos nosotros cuando lo llevemos en nuestro interior después de recibir la Eucaristía. Que como ella lo sepamos acoger, hacerlo vida de nuestra vida y ofrecerlo a los demás como luz y como salvación. Así sea.

Reflexión del Evangelio del día Mateo 9, 32-38.

Martes de la XIV semana del tiempo Ordinario.

El evangelio de hoy nos presenta la curación de un mudo, (9,32-33) tras la resurrección de la hija de un jefe, la curación de la hemorroisa (Mc 5,23-43), y de dos ciegos (9, 27-31). El evangelista está presentando los signos del Reino que Jesús anuncia con su palabra. Sus familiares y amigos ya saben el diagnóstico, está endemoniado. Por ello, al expulsar Jesús al demonio, el mudo comienza a hablar. La reacción ante ese exorcismo-curación es doble, mientras la gente queda admirada por el milagro, los fariseos critican interrogando en nombre de quien se ha realizado. Jesús es presentado por el evangelista como el Mesías que trae la liberación y salvación definitiva de todas las dimensiones del ser humano y todos los seres humanos, según lo anunciado por Isaías: “Entonces se despegarán los ojos de los ciegos, y las orejas de los sordos se abrirán. Entonces saltará el cojo como ciervo, y la lengua del mudo lanzará gritos de júbilo” (Is 35,5-6a).

A continuación, el evangelista nos presenta un breve sumario de la actividad itinerante de Jesús: Enseñar proclamando la Buena Nueva del Reino y sanando toda enfermedad. Ambas realidades, palabra y acontecimiento, dicho y hecho resumen la predicación de Jesús. Mientras “los signos manifiestan y confirman la enseñanza; las palabras, por su parte, proclaman los signos y esclarecen el misterio contenido en ellas” (D.V.2).

En su camino, Jesús, al ver a la muchedumbre, siente compasión de ella porque están abatidos como ovejas sin pastor. La mies sigue siendo mucha y los obreros pocos. ¿Estamos dispuestos dejarnos afectar por los sufrimientos y debilidades de nuestros hermanos y hermanas y que la misericordia te haga dar valientemente un paso adelante para acompañar sus vulnerabilidades y curar sus heridas?

En Cristo

José Bismar Villagra

Seminarista egresado de teología

Homilía Pbro. Asdrúbal Zeledón.- 16 de Junio de 2022

Queridos hermanos, siguiendo la reflexión del día de ayer que proponíamos un principio fundamental de hacer las cosas sin buscar los halagos de los hombres, sino con el sentido de dar siempre gloria a Dios, quién ve lo secreto de nuestro corazón.

El día de hoy vamos a reflexionar un poco sobre la enseñanza que el evangelio de San Mateo da a sus discípulos. Dios es nuestro padre, cuida siempre de nosotros sus hijos. De Dios recibimos gracias, perdón, misericordia y cuanto nosotros necesitamos como cristianos, como hijos de Dios. Dios sabe antes de que nosotros lo expresemos con nuestra boca nuestras necesidades.

El Señor nos enseña este modelo de orar, no para ser visto como los hombres, aquellos que buscan ser reconocidos, sino esta acción de alabar a Dios en medio del silencio. Recuerden siempre que el hombre muchas veces juzga las apariencias, pero Dios juzga el corazón y cuando nosotros dirigimos nuestra oración a Dios debería de ser con humildad para recibir de Dios las gracias que estamos pidiendo por medio de la oración.

¿Cómo está nuestra comunicación con él? ¿Has orado siempre o solo le hemos buscado cuando tenemos necesidad? A Dios se le busca siempre, en todo momento y más en aquellos momentos que por debilidad humana o por circunstancias de la vida podemos descubrir el amor y la misericordia en medio del sufrimiento o en la enfermedad, con aquellas adversidades que vivimos en nuestra vida que pueden ser la experiencia de la fe que debe descubrir el hombre, el cristiano de hoy. Es por medio de la oración que también descubrimos la compañía de Jesús en los momentos difíciles.

Podemos preguntarnos, ¿Quién es Dios en nuestra vida? ¿Qué quiere de nosotros? y ¿Qué estamos dispuestos a hacer? Dios haga presente su reino entre nosotros. Dios quiere que confiemos siempre en él, en su misericordia. No te des prisa, a veces para pedir una gracia al Señor, Dios también se da su tiempo para dar a nosotros sus hijos aquello que necesitamos.

La poca fe que puede tener un cristiano hijo de Dios puede encontrar esta acción divina por medio de la oración que me lleva al encuentro con Jesucristo nuestro padre que se hace nuestro en nuestra comunidad.

Dios padre nos quiere a nosotros y nos hace hermanos suyos, unos con otros por su santidad y debería de ser nuestra forma y estilo de vida del escoger de cada cristiano, desear siempre la gracia de Dios, esta gracia que solo procede de él y por medio de la cual todos esperamos alcanzar la salvación y la santidad.

Este padre nuestro, modelo de oración que nos presenta la Liturgia en este día nos compromete a cada uno de nosotros. Es fácil pronunciar esta oración bonita y bella que tiene la Iglesia, que tenemos nosotros los cristianos, pero; ¿Cuántos la vivimos? Jesús quiere que conozcamos, que confesemos y que tratemos de imitar lo que decimos por medio de esta oración, el padre nuestro.

Él desea reinar en el mundo y que se haga cumplimiento de su santa voluntad en la tierra como en el cielo, y esta oración es casi siempre hecha por todos los cristianos, por nosotros en nuestras comunidades, en nuestros movimientos, ¿Cuántos la llevamos a práctica? Somos siempre peregrinos en este mundo que deseamos siempre participar de la gracia de Dios.

¿Estamos dispuestos a perdonar?, ¿Hacemos vida esta palabra que nos dice el día de hoy: “Padre, perdonamos como nosotros perdonamos a quiénes nos ofenden”?, ¿Cuántas veces Dios me ha perdonado? Ya sea por medio del sacramento de la penitencia, el sacramento de la reconciliación. ¿Cuántas veces yo, humilde pecador rehúso de la gracia de Dios de no perdonar a mi prójimo, de estar enojado, de entrar siempre en discordia, en disgusto? Debemos de actuar siempre como Dios lo hizo, perdonando a aquellos que nos ofenden y teniendo en cuenta siempre: “Señor no le tengas en cuenta lo que ellos hacen” que cada uno de nosotros podamos actuar siempre con humildad, dando lugar siempre a la gracia de Dios.

Si vivimos esta oración que hemos escuchado y que nos propone el Evangelio, nuestra vida daría lugar a la gracia de Dios.

Que ese sea nuestro compromiso el día de hoy. Vivir esta palabra y que así podamos nosotros hacer la vida en nuestros corazones y si la vivimos, seremos buenos cristianos. Hay que hacer presente a Dios en el mundo de hoy, en nuestra Iglesia y en nuestra sociedad para bien de nuestra Iglesia y nuestra propia salvación.

En el nombre del Padre, del hijo y del Espíritu Santo.

Amén.