HOMILIA NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLOPRES, FIESTA PATRONAL DE LA PARROQUIA DE PANTASMA. 2022

Hb 5, 7-9, Sal 30, Jn 19, 25-27.

Saludos de Paz y Bien en Jesucristo Nuestro Señor Jesucristo, Carísimo Padre, José Gustavo Sandino Ocho, P. Yeider Julián y demás sacerdotes que nos acompañan en esta celebración, fieles todos.

Queridos hermanos, celebramos la memoria de Nuestra Señora de los Dolores, es considerada una de las celebraciones más antiguas, puesto que se instituyó en la época de la Colonización, recordamos en ella los sufrimientos que pasó la Virgen María, a largo de su vida, por haber aceptado ser Madre del salvador.

La atención hacia la Virgen Dolorosa se ha ido creciendo la piedad en atención a los siete dolores de la Virgen María, representado con los sietes espadas que traspasan el corazón la Madre del Señor.

Ella abraza la cruz y colabora con su Hijo, cuando entre los hombres hay amor y verdad, todo sufrimiento se suaviza y hasta se convierte en expresión que supera el dolor. «María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón». En ella vemos, como corresponde perfectamente a los que habían escrito los profetas. Los momentos dolorosos de la vida de Jesús, llegan al culmen del Gólgota, por eso, es normal que María esté siempre llorando y meditando todo el acontecimiento de su Hijo.

Otro aspecto, María ofrece desde la pobreza. La Virgen María se sujeta a la ley de la presentación, circuncisión de su Hijo y purificación, más que un rito es prescripción de la ley judía. En María se descubre la pobreza de la Virgen y de San José, quienes ofrecieron un par de tórtolas, María cumple el requisito de la ley, una mujer que no se deja atormentar por el requisito legal, sino que lo afronta, y de lo poco que tiene ofrece su sacrificio, es la mujer de la esperanza.

La profecía de Simeón, lo bendijo y dijo a María. «Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y como signo de contradicción, ¡y a ti misma una espada atravesará tu alma». Para María, esta es una señal, para ella, significa los ultrajes, persecución y envidias que padecerá el Señor por parte de los judíos, desde el principio de su predicación hasta que le acabasen de herir, haciéndole morir en la cruz.

La experiencia de huida de Egipto de María y el niño, «José toma consigo al niño y a su Madre, y huye a Egipto». Ante esta acción indecente e indigna del Señor, quien le toca vivir el abatimiento que tuvo el Señor desde que se encarnó en seno de María. Viéndose al mundo, quiso mostrar, que Él era el que tenia que ser desechado y despreciado entre los hombres, el varón de dolores, que sabe lo que es la flaqueza.

La Virgen María, también, vive la desesperación de extravío de su Hijo, «al cabo de tres días le encontraron en el templo». Ante este acontecimiento, José y María, creyendo que les seguía en aquella compañía, caminan todo el día, pensando que se incorporaría por la tarde, cuando llegaron al lugar donde pasarían la noche. La sorpresa fue, cuando todos llegaron, y no lo encontraban entre sus parientes y vecinos.  Por lo que, María y José volvieron a Jerusalén, en su búsqueda, encontrándolo en medios de los maestros de la ley, enseñándoles y asiéndoles preguntas.

También, María permanece en la cruz en compañía de Juan. ¡Que privilegio y qué honra para San Juan! El mismo Jesucristo dio a la Virgen su lugar, por suya entre sus prendas, la llevó a su casa para que viviese en su compañía; y la trató con respeto que se debe a una madre. María fue fiel a la cruz de su hijo, nunca se acobardó, María fue la mujer de dolor y abrazó la cruz con amor y dolor.

Por su puesto, el dolor de la Virgen María, se concretiza en la crucifixión de su propio Hijo. Las horas dolorosas de agonía, una muerte dolorosa, en el que la madre contempla, la herida de la lanza del costado de su Hijo, el corazón de María fue traspasado por la espada, que en otro tiempo le fue anunciada.

María toma el cuerpo de Jesús, lo toma entre sus brazos. Este momento de dolor, la Virgen lo consideramos el dolor amargo que llenó el corazón de María al recibir en sus brazos al cuerpo, ya sin vida de su querido Hijo, muerto en la desolación, que dolor tan duro de aquella Madre, al ver a su único Hijo ensangrentado, eso acontece hoy en día, con las madres que lloran, que claman justicia por sus hijos.

La carta a los hebreos, subraya la filiación divina de Cristo. Que es hijo de María, Hijo de Dios, que no fue eximido de la muerte ni de los padecimientos, sino que a través de ellos se hizo perfecto y se convirtió en causa de salvación.

No somos los primeros en sufrir. El ejemplo del dolor es Cristo, que aprendió, sufriendo, a obedecer y se ha convertido en autor de salvación para todos. Y junto a Él su madre.

El Evangelio de este día, nos narra el valor de la expresión de Madre y discípulo. «Jesús, viendo a su Madre y al discípulo a quien amaba, que estaban allí, dijo a la madre: Mujer, he ahí a tu hijo».  Es el momento en el que Jesús, no solo describe el acto de piedad filial de Jesús hacia la Madre, sino la verdadera revelación de su maternidad espiritual.

Para nosotros debe ser una enseñanza, Cristo desde lo alto de su cruz, ratifica la maternidad espiritual de María con relación a los hombres, como también en la persona del discípulo predilecto, en el que confiaba también a la Santísima Virgen. Es decir, a partir de ese momento las palabras, María se convierte en Madre no sólo del discípulo amado, sino de todos los creyentes a quienes él representa.

Pidamos a nuestra Señora de los Dolores, que siga acompañando, para que, nosotros sus hijos, nos veamos bajo su protección y amparo.

Dios nuestro, que quisiste que la Madre de tu Hijo estuviera a su lado junto a la cruz, participando en sus sufrimientos, concede a tu Iglesia que, asociada con María a la pasión de Cristo, merezca también participar en su gloriosa resurrección. Así Sea.

Publicado en Homilía.

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