Homilía Mons. Carlos Enrique Herrera Catedral San Juan Bautista-Jinotega Domingo 22 de agosto,2022

La primera lectura ya nos ilumina sobre el Evangelio de hoy. Primeramente, nos muestra como el profeta nos revela que el Dios de Israel es un Dios para todas las naciones y para todos los pueblos de manera que no pueden quedarse solamente como un pueblo privilegiado, y eso es lo que ha pasado. Hoy hay una confianza que no es buena, sino más bien una seguridad que hace que se abuse de la confianza del Señor porque se fiaron de ser ese pueblo privilegiado al que el Señor se le reveló y el profeta juega un papel importante, porque él les va anunciando que las cosas no son así. Que no solo es él pueblo de Israel, sino todos los pueblos del mundo y que, a través de estos mensajeros del Señor, todas las naciones van a conocer a ese Dios único y verdadero que es el Dios de Israel y también les dice que van a llegar creyentes de todas partes a llevar ofrendas. Ofrenda significa la fe, el culto, el agradecimiento y la fidelidad a ese único Dios verdadero.

Pero el profeta también denuncia la infidelidad y la falsa confianza que tiene el pueblo que no quiere hacer camino, sino que quiere creer que ya está salvado por ser el heredero de Abraham, de Isaac y de Jacob. Y eso no es así, cada uno tiene que hacer camino, hacer ese encuentro con el Señor. La salvación es para todos, pero el camino es también de cada uno de nosotros. Tenemos que poner de nuestra parte y vivir la voluntad de Dios y es así la única manera en la que podemos encontrar ese camino al reino de Dios, al cielo.

Hoy Jesús nos habla de dos realidades, llegar a la meta que es el reino de Dios o quedarnos afuera. Ahí hace un poco de mención al juicio. Quiénes no creyeron, quiénes no vivieron bien, quiénes no se esforzaron para entrar por la puerta estrecha. El Señor nos da los medios para seguir el camino para llegar a esa puerta estrecha, debemos buscar a través de los mandamientos la voluntad de Dios cada día. Esforzarnos para vivir en un camino de conversión y dejando al hombre viejo y vivir siendo un hombre nuevo en Cristo. Siguiéndolo a él. Jesús nos dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. A él debemos de seguir, él es nuestro norte hacia donde tenemos que hacer camino.

Jesús no le dice al judío si son pocos o muchos, solo le invita a que entre por la puerta estrecha y al final también se refiere al judío y le dice que van a quedar afuera porque no escucharon la palabra, porque no creyeron en él que le estaba presentando el camino verdadero. Él nos habla de la salvación, pero también de la condenación que él mismo hombre busca por sí solo. Dios quiere salvarnos a todos, pero no todos respondemos con fe viva y con amor a Dios y al prójimo. Debemos de responder con una vida llena de esperanza en la que dejemos todo lo que nos apegue a este mundo, eso es lo que él Señor quiere de nosotros.

A veces nos encontramos contrariedades, como decía San Pablo en la carta a los hebreos. No despreciemos la corrección, la exhortación. Hoy más que nunca nos cuesta aceptar las correcciones. Dios no va a venir y nos va a corregir como lo puede hacer un padre de familia con su hijo. Dios se vale de las dificultades que nosotros tenemos en la vida, con eso el Señor permite que nos corrijamos para que pongamos toda nuestra confianza en el Señor.

Hoy podemos ver a muchas personas que tienen muchos bienes y se enfrentan a muchas situaciones difíciles comienza a murmurar de Dios y le echan la culpa al Señor. Pero el mal no viene del Señor. Viene del hombre que va haciendo injusticias, que no comprende al otro por su egoísmo y su soberbia. Todas esas cosas que se derraman y llegan a afectar a otras personas para hacer el mal. El Señor nos llama a construir un reino de paz, de amor, de solidaridad, un reino en el que podamos ayudarnos mutuamente. Eso es a lo que el Señor nos manda, a ser constructores del bien para todos y así Dios nos va a premiar al final. Vivamos hermanos esa realidad. Nuestra meta no es ni debe de ser este mundo, nuestra mete debe de ser el reino de Dios.

Dios vino entre nosotros y venció la muerte y el pecado. Por lo tanto, estamos llamados a ser coherederos con él del reino. ¿Cuánto pensamos nosotros en la vida eterna? Porque muchos solo pensamos en esta vida. En tener, en el trabajo para así poseer y estar mejor que el otro. Nos llenamos de lujos, nos volvemos consumistas a veces hasta decimos que como el otro tiene yo quiero tener también y eso para muchos es la felicidad. Y el Señor nos dice que no, que esa no es la verdadera felicidad. La felicidad está después de esta muerte en este mundo.

Tenemos que anhelar, soñar y construir ese reino desde ya en nuestros corazones y en esta sociedad en la que estamos viviendo y eso tenemos que enseñarle a los niños y a los jóvenes porque a veces ellos solo ven y creen en el mundo ficticio que les presentan las redes sociales y el internet, es así como empiezan a creer en un mundo falso que no lleva a la felicidad y somos nosotros los que tenemos la responsabilidad de enseñarles que este mundo no es el de la real felicidad. Que en este mundo solo somos peregrinos, forasteros que simplemente están de paso. Que se puede y se debe ir construyendo un mundo mejor con las virtudes de la paciencia y la fe en el Señor, llevando la cruz de cada día para caminar con Cristo.

Que Dios nos conceda esa gracia de perseverar y no atarnos a este mundo, sino que seamos peregrinos imitadores de Jesús en este camino de la vida.

Así sea.

Homilía Mons. Carlos Enrique Herrera G. Clausura del Congreso Nacional Mariano

Catedral San Juan Bautista-Jinotega

14 de agosto del 2022

Saludos de Paz y Bien en Jesucristo Nuestro Señor carísimos sacerdotes, religiosas, laicos miembros y delegados de las diferentes parroquias, files todos.

En esta Eucaristía damos gracias a Dios por la visita de la Imagen de la Virgen peregrina de Fátima en nuestra diócesis y en toda la provincia eclesiástica de Nicaragua. Ella ha venido para estar con nosotros y quedarse en cada uno de nuestros corazones, en todas aquellas personas que han sentido su cercanía de madre.

Hoy la Iglesia celebra las vísperas de la solemnidad de la asunción de la Santísima Virgen María, cuando al final de su vida terrenal, la Madre de Cristo subió en cuerpo y alma al Cielo, es decir; en la gloria de la vida eterna y en plena comunión con Dios.

La Virgen de Fátima ha peregrinado durante 30 meses en nuestro territorio nacional. Ha acompañado anuestro pueblo marcado de dificultades sociales, económicas y sanitarias, por eso a ella nos dirigimos confiando en su intercesión de Madre para nosotros sus hijos.

Hoy como Diócesis de Jinotega recibimos la imagen peregrina de la Virgen de Fátima y celebramos la clausura de su visita por Nicaragua. Ella ha venido de Portugal a darnos a todos nosotros, un mensaje de paz y esperanza.

Queremos agradecer a los hermanos que acompañaron, resguardaron y custodiaron la imagen de nuestra madre durante la peregrinación   en todas las Diócesis de Nicaragua.

La primera lectura nos dice que «Se abrió en el cielo el santuario de Dios, y apareció en su santuario el arca de su alianza». El texto sagrado nos muestra varios signos como la mujer y el dragón. Signos querepresentan la lucha del bien y el mal. Esto también representa la lucha entre el anuncio del Evangelio y el rechazo del mundo a Dios. Aquí se ve la presencia de Dios en el medio de su pueblo.

La mujer vestida de sol, con los dones de fidelidad y la promesa de llevar a cabo su misión en el mundo de hoy. Esa mujer es la Virgen María, la que llevó en su vientre, el primer sagrario, al hijo eterno de Dios hecho hombre. Jesús nuestro Señor y Salvador.

Este pasaje bíblico indica el papel importante de la realidad de María. Ella fue arca viviente de la alianza. Tuvo y siempre tendrá un extraordinario destino de gloria, porque está tan íntimamente unida a su hijo, a quien acogió en la fe y engendró en la carne; que comparte plenamente su gloria del cielo. Es lo que sugieren las palabras que hemos escuchado: «Un gran signo apareció en el cielo: una mujer vestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza; y está en cinta. Y dará a luz un hijo varón, el que ha de pastorear a todas las naciones”. María es al mismo tiempo figura de la asamblea celestial y de la asamblea del pueblo de Dios que camina bajo la luz de Cristo y prefigura la victoria final de la asamblea con Cristo, por él y en él.

En la segunda de lectura del Apóstol San Pablo a los Corintios, nos lanza un poco de luz sobre este misterio de la redención partiendo del hecho central de la historia humana y de nuestra fe, es decir, el hecho de la resurrección de Cristo, que es «la primicia de los que han muerto”. Por este misterio pascual, hemos sido partícipes de su victoria sobre el pecado y sobre la muerte que heredamos de Adán, el primer hombre, el que nos heredó el pecado y la muerte.

Ante esta realidad, todos podemos ver y vivir cada día algo nuevo. Hemos sido incorporados por Cristo resucitado y así la vida de la Resurrección ya está presente en nosotros. El mismo San Pablo dice:«Porque, habiendo venido por un hombre la muerte, también por un hombre viene la resurrección de los muertos. Pues del mismo modo que en Adán mueren todos, así también todos revivirán en Cristo».

El Evangelio nos presenta el cantico del magnifica a María, ella al dar el sí a Dios, inmediatamente después de haber concebido a Jesús por obra del Espíritu Santo, se dirige a visitar a su prima Isabel, también ella milagrosamente a la espera de un hijo. En este encuentro lleno del Espíritu Santo, María expresa su alegría con el cántico del Magníficat, porque ha tomado plena conciencia de las grandes cosas que están ocurriendo en su vida.

El Evangelio de Lucas nos muestra cual es el motivoverdadero de la grandeza de María y de su santidad:la fe, por eso Isabel la saluda con estas palabras: «Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor».

La fe es el corazón de toda la historia de María. Ella es la creyente, la piadosa. En la historia le pesa la violencia de los prepotentes, el orgullo de los ricos, la arrogancia de los soberbios.  Sin embargo; María cree y proclama que Dios no deja solos a sus hijos, humildes y pobres, sino que los socorre con misericordia, con angustia, derribando a los poderosos de sus tronos, dispersando a los orgullosos en las trampas de sus corazones.  Ésta es la fe de nuestra Madre.

El magníficat, nos permite vislumbrar el sentido de la vivencia de María: si la misericordia del Señor es el motor de la historia de la salvación. “El poderoso ha hecho grandes cosas, su nombre es santo”. Nuestra vida, vista a la luz de María asunta al Cielo, no deber ser un errar sin rumbo, sino una peregrinación que aún con todas sus incertidumbres y sufrimientos, tiene una meta segura: la casa de nuestro Padre y el perdón de nuestros pecados. Llegar a la casa de nuestro padreque siempre nos espera con amor.  

Confiemos siempre en Dios que hace resplandecer «para su pueblo, todavía peregrino sobre la tierra, un signo de consuelo y de segura esperanza».  Aquel signo tiene un rostro, un nombre: el rostro radiante de la Madre del Señor, el nombre bendito de María, la llena de gracia. Bendita porque ella creyó en la palabra del Señor. María es ¡La gran creyente! y como miembros de la Iglesia, estamos destinados a compartir la gloria de nuestra Madre porque gracias a Dios también nosotros creemos en el sacrificio de Cristo en la cruz y también creemos que mediante el Bautismo somos insertados en este misterio de salvación.

En cuanto a las apariciones, las seis apariciones de la Virgen de Fátima se inician y finalizan con un mismo mensaje: en la primera aparición, hace referencia a reparar los pecados con que Dios es ofendido y en la sexta y última aparición, nos pide que no ofendamosmás a Nuestro Señor, que ya está muy ofendido.   También dijo: Reparad los crímenes y consolad a vuestro Dios. Y, ¿Cómo podemos consolar a Dios? Cumpliendo sus mandamientos, consagrándonos al corazón Inmaculado de la Virgen de Fátima y como lesdijo a los pastorcitos: Rezad, rezad mucho y haced sacrificio por los pecadores.

Queridos hermanos, contemplemos a María elevada al cielo. Renovemos nuestra fe y celebremos la fiesta de la alegría: Dios vence. La fe, aparentemente débil, es la verdadera fuerza del mundo. El amor siempre es más fuerte que el odio. Y digamos con Isabel: “Bendita tú eres entre todas las mujeres“. Te invocamos con toda la Iglesia: Santa María, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte.

“Quien confía en María nunca se sentirá defraudado”.

Sagrado Corazón María ruega por nosotros.

Así sea.

Homilía Mons. Carlos Enrique Herrera Gutiérrez

Catedral San Juan Bautista-Jinotega

31 de julio de 2022

Las tres lecturas de hoy tienen mucha relación, partiendo desde la primera lectura de Eclesiastés. Este libro fue escrito en el siglo tercero A.C. Viene de un contexto de las destrucciones del pueblo de Israel por los enemigos. Tantas luchas, tantos trabajos que de pronto eran destruidos. A raíz de esas destrucciones el escritor sagrado ve que el trabajo enfocado a una vida puramente material es una vida llena de vanidad y superficialidad.

Nosotros también nos preguntamos hoy a través de las guerras, terremotos y otros desastres que hemos vivido y nos hacen pensar: “¿Y para qué?, ¿Para qué tanto sacrificio?, ¿Por qué tanto trabajo?”. Pero estas preguntas nos deben servir para reflexionar, más a aquellos que se matan trabajando sin Dios, sin proyección social e incluso familiar y se vuelven como el hombre que le pedía a Jesús que le dijera a su hermano que compartieran la herencia. ¡Cuántos pleitos y divisiones en la familia existen a causa de las cosas materiales! ¿Y por qué? Porque alguien se apega a lo material, al poder, y no le importa que sea su hermano y es ahí donde cobran fuerza esas exhortaciones que nos hacen hoy las tres lecturas: 1- No apegarnos a las cosas materiales. 2- No caer en la codicia, en el deseo de amontonar riqueza a costillas de los demás, queriendo sobrepasar siempre a los demás con injusticias.

Eso es lo que nos dice el Señor hoy y San Pablo lo vuelve a remarcar cuando nos dice: “Nosotros que hemos resucitado en Cristo somos hombres nuevos, convertidos y no podemos ni debemos actuar como los paganos, no podemos poner nuestra confianza solo en los demás y en lo material sin tener a Dios”. Debemos enfocar nuestra vida en los valores, las bienaventuranzas, las virtudes del reino, eso es lo que debemos de anhelar día a día. Así que hermanos, no podemos estar arraigados a las cosas puramente temporales.

Esto tampoco quiere decir que no trabajemos, como algunos que no trabajan y se quedan en la calle de en medio. Es trabajar porque necesitamos de los bienes temporales, pero la necesidad no debe convertirse en avaricia de ya no tener tiempo ni siquiera para uno mismo, para la vida espiritual, muchas veces se nos olvida nuestra vida de fe, de amor, de todo nuestro ser espiritual.

El Señor nos ha eso una promesa, él nos promete y nos invita a un reino eterno, a una vida eterna. Vivamos como hijos de Dios. Como hombres nuevos que han sido renovados por la gracia y la misericordia del Señor. Vivamos esta verdad.

Nosotros podemos ver en las noticias esos sucesos tan fuertes de guerra por unos cuantos hombres que quieren gobernar el mundo. Ese es un pecado muy grave, el querer apoderarse de naciones, de pueblos, y todo esto trae como consecuencia una situación de crisis por unos cuantos, por eso tenemos que orar por la conversión de estas personas porque solamente piensan en su poder, en sí mismos, y no son capaces de pensar en el bien de los demás. Porque quiénes han llegado a esa posición de poder, deben utilizarla para servir, no para destruir, no para ponerse en contra de los derechos y de los deberes del hombre.

Entonces hermanos, tenemos que orar para no caer en esa trampa. Tratemos siempre de ser justos unos con otros, de compartir los bienes que el Señor nos regala y con lo que nos bendice para nuestro bien. Seamos generosos en nuestra vida.

Quedémonos con estas palabras que Jesús le dice al hombre que quería seguir acumulando: “Esta noche vas a morir”, “¿Para quién queda todo eso?” porque alrededor nuestro vemos personas que trabajan y trabajan, hacen grandes cosas y pierden su vida espiritual, pierden el reino de Dios por las cosas materiales. Guardemos estas palabras de advertencia, de consejo.

Tratemos de vivir y estar contentos con lo que el Señor nos da, sin meternos en el ambiente de la corrupción que rodea incluso a los pueblos más pobres.

Tenemos que buscar, aunque seamos pobres ser siempre honestos y dignos y buscar siempre la voluntad de Dios.

Así sea.

Homilía Mons. Carlos Enrique Herrera.- Jueves 12 de Mayo 2022

Homilía Mons. Carlos Herrera Obispo de la Diócesis de Jinotega

Catedral San Juan Bautista-Jinotega

Jueves 12 de mayo, 2022

Meditemos en este tercer día dedicado a la Virgen de Fátima sobre María bajo la advocación: “Madre de la Santa Esperanza”. Fundamentada en la esperanza de los tres pastorcitos quiénes aún en contra de sus padres, de las autoridades, de los vecinos y de toda una sociedad, se mantuvieron confiando en que la madre no los iba a abandonar. Confiar en las palabras de ella de ser instrumento de oración y de intercesión. Aquellos tres niños son ejemplo de esperanza. ¿Quién les comunicaba a ellos esa esperanza? La misma Virgen. Su mirada, su amor y su ternura se las transmitían. El Concilio Vaticano II, en la conclusión de la constitución dogmática “Lumen Gentium”, confirma que la Santísima Virgen en esta tierra hasta que llegue el día de la segunda venida del Señor, precede con su luz al pueblo peregrinante de Dios, como signo de esperanza segura y de consuelo. La Virgen nos acompaña en el peregrinar. La Iglesia considera la función de la Virgen en la historia de la salvación y la llama “Madre de la Esperanza”. Ella es para el mundo esperanza y aurora de salvación, alegrándonos desde su nacimiento. Porque a través de su vientre viene la salvación del mundo. En su maternidad brilla la esperanza para los fieles.Obispo Carlos Herrera: “No existen condiciones y garantías para unas  elecciones en Nicaragua”

Ella se aparece en medio de los momentos más difíciles. Las veces que ha bajado del cielo, lo ha hecho en medio de la desesperanza, de la guerra, del dolor, y es la estrella que nos va guiando y fortaleciendo.

Esperanza en especial en la pasión de Cristo. Mientras los apóstoles se apartan de Jesús cuando iba a ser condenado, ella se mantiene ahí al pie de la cruz y espera ese momento, con la certeza de saber que es su hijo y que no va a perecer y comparte con su hijo el vencimiento de la muerte y el pecado. Nosotros debemos pedirle a María que nos acompañe, hasta el final.

Ella se ha convertido en esperanza de los creyentes, es aliento, consuelo y fortaleza de quiénes acuden a ella. Los niños le preguntaron: y nosotros vamos al cielo? Ella les dijo sí. Pero para eso hay que caminar por pruebas y dificultades sabiendo que la roca es Cristo, pero confiados en que ella es la estrella que nos conduce a él. Como en Caná: “hagan lo que se les diga”, ese es el mensaje que nos manda ella.

Entonces nuestra devoción a la Virgen no es ni debe ser una devoción superficial o tradicional. Es convicción de que es nuestra madre y que ella no nos va a abandonar. Es la madre de Cristo, el hombre que ha vencido el mal.

¿Cuál fue el objetivo de la aparición de Fátima? Levantar la fe de un pueblo materializado en medio de la guerra. Ella llega e ilumina a los pocos que creían y a los que no. Y se ha aparecido en otros pueblos para venir a despertar nuestra esperanza.

 ¿Cuántos hoy por crisis sentimental, económica y social se quieren quitar la vida?  La esperanza es lo que nos hace creer que vamos a salir de ahí. Ella sufrió persecución, fue migrante con su hijo. Y creyó, confió y esperó. Creyó en la palabra de su bienaventuranza. Supo responder a la voluntad de Dios.

Esperanza es el mantenernos fieles a las verdades, a no negociar nuestra fe con nada ni con nadie. Mantengámonos en la esperanza y en la enseñanza de la Virgen, en sus virtudes como decíamos ayer. No tengamos miedo. No estamos solos. María es y debe ser siempre la madre de nuestra esperanza.

Homilía.- Jueves 5 de mayo de 2022.- Catedral San Juan Bautista

La primera lectura de los hechos de los apóstoles nos presenta la invitación del señor a Felipe a que se levante y valla a la misión, a la búsqueda de Dios porque el señor ya lo había llamado. Es importante que hoy nosotros los cristianos descubramos que de una u otra forma somos llamados a comunicar lo que experimentamos, la misericordia de Dios que hemos sentido. En eso consiste la insistencia de Jesús en decir: “Yo soy el pan de vida”, no el pan que alimenta el cuerpo, sino el que alimenta el alma. Habla de la vida después de este tiempo, por eso a los fariseos les costaba entender cuando Jesús les hablaba, porque pensaban que hablaba de esta esta vida en el mundo.Obispo de Jinotega: “no hay garantías necesarias para una elección”

 El don más grande que el Padre nos ha dado es Cristo, porque ha venido para todos. Dios nos ha creado para la vida, pero nos limita que no todos creemos en el Señor a pesar de los signos que podemos ver, por eso es tan importante el don de la fe y profundizarlo a través de los sacramentos como la reconciliación y la eucaristía y preguntarnos: ¿Por qué yo creo que son perdonados mis pecados? Es importante reflexionar ese regalo de Dios. Pensar en cómo Dios a través de Felipe lo bautizó para entrar en la comunidad de los primeros cristianos.

 No podemos ser católicos por tradición, sino porque estamos convencidos del don de la renuncia al mundo que Dios no ha regalado. La lucha contra el demonio y la mentira. Creer por convicción. Por la experiencia que hemos tenido del amor de Dios. Es importante perseverar e ir creciendo en esa comunión con Cristo para que eso nos vaya preparando para la eternidad.

¿Cuántos cristianos han ido a retiro? ¿Cuántos forman parte de grupos en la Iglesia? Y muchos de ellos dicen: “Yo soy cristiano o soy católico por tradición”. Hoy 40 hombres de cursillos de cristiandad están en retiro. Ojalá que eso perdure para siempre porque cuándo el demonio sale de una persona y vuelve al pasado, se vuelve peor.

Muchos bautizados actúan como si nunca han conocido al Señor, el mundo es el enemigo de nosotros mismos. El ego también, pero Dios da lo necesario para perseveran si escuchamos su palabra, esa palabra que nos dice: “Amen”. “Amen como yo los he amado”, “Amen a su prójimo como a ustedes mismos”.

Vivimos en un mundo en el que se habla bonito de derechos humanos, de armonía, de paz. Pero que bonito fuese si lo que habláramos con la boca se transformara en hechos y lo hiciéramos con el corazón. Debemos purificarnos cada día. El Señor no ha dicho: “Si creen en mi tendrán vida eterna”. “Lo que el padre me ha dado no puede perderse”. Esa comunión de vida con el Señor nos hace pasar muchas pruebas, barreras y dificultades. Pero nos debe reconfortar que vamos con la sabiduría de él, con la fuerza que nos da su palabra.

Pidamos pues al Señor la perseverancia de continuar siempre en comunión con él y su palabra.