Homilía Mons. Carlos Enrique Herrera Gutiérrez

Catedral San Juan Bautista-Jinotega

31 de julio de 2022

Las tres lecturas de hoy tienen mucha relación, partiendo desde la primera lectura de Eclesiastés. Este libro fue escrito en el siglo tercero A.C. Viene de un contexto de las destrucciones del pueblo de Israel por los enemigos. Tantas luchas, tantos trabajos que de pronto eran destruidos. A raíz de esas destrucciones el escritor sagrado ve que el trabajo enfocado a una vida puramente material es una vida llena de vanidad y superficialidad.

Nosotros también nos preguntamos hoy a través de las guerras, terremotos y otros desastres que hemos vivido y nos hacen pensar: “¿Y para qué?, ¿Para qué tanto sacrificio?, ¿Por qué tanto trabajo?”. Pero estas preguntas nos deben servir para reflexionar, más a aquellos que se matan trabajando sin Dios, sin proyección social e incluso familiar y se vuelven como el hombre que le pedía a Jesús que le dijera a su hermano que compartieran la herencia. ¡Cuántos pleitos y divisiones en la familia existen a causa de las cosas materiales! ¿Y por qué? Porque alguien se apega a lo material, al poder, y no le importa que sea su hermano y es ahí donde cobran fuerza esas exhortaciones que nos hacen hoy las tres lecturas: 1- No apegarnos a las cosas materiales. 2- No caer en la codicia, en el deseo de amontonar riqueza a costillas de los demás, queriendo sobrepasar siempre a los demás con injusticias.

Eso es lo que nos dice el Señor hoy y San Pablo lo vuelve a remarcar cuando nos dice: “Nosotros que hemos resucitado en Cristo somos hombres nuevos, convertidos y no podemos ni debemos actuar como los paganos, no podemos poner nuestra confianza solo en los demás y en lo material sin tener a Dios”. Debemos enfocar nuestra vida en los valores, las bienaventuranzas, las virtudes del reino, eso es lo que debemos de anhelar día a día. Así que hermanos, no podemos estar arraigados a las cosas puramente temporales.

Esto tampoco quiere decir que no trabajemos, como algunos que no trabajan y se quedan en la calle de en medio. Es trabajar porque necesitamos de los bienes temporales, pero la necesidad no debe convertirse en avaricia de ya no tener tiempo ni siquiera para uno mismo, para la vida espiritual, muchas veces se nos olvida nuestra vida de fe, de amor, de todo nuestro ser espiritual.

El Señor nos ha eso una promesa, él nos promete y nos invita a un reino eterno, a una vida eterna. Vivamos como hijos de Dios. Como hombres nuevos que han sido renovados por la gracia y la misericordia del Señor. Vivamos esta verdad.

Nosotros podemos ver en las noticias esos sucesos tan fuertes de guerra por unos cuantos hombres que quieren gobernar el mundo. Ese es un pecado muy grave, el querer apoderarse de naciones, de pueblos, y todo esto trae como consecuencia una situación de crisis por unos cuantos, por eso tenemos que orar por la conversión de estas personas porque solamente piensan en su poder, en sí mismos, y no son capaces de pensar en el bien de los demás. Porque quiénes han llegado a esa posición de poder, deben utilizarla para servir, no para destruir, no para ponerse en contra de los derechos y de los deberes del hombre.

Entonces hermanos, tenemos que orar para no caer en esa trampa. Tratemos siempre de ser justos unos con otros, de compartir los bienes que el Señor nos regala y con lo que nos bendice para nuestro bien. Seamos generosos en nuestra vida.

Quedémonos con estas palabras que Jesús le dice al hombre que quería seguir acumulando: “Esta noche vas a morir”, “¿Para quién queda todo eso?” porque alrededor nuestro vemos personas que trabajan y trabajan, hacen grandes cosas y pierden su vida espiritual, pierden el reino de Dios por las cosas materiales. Guardemos estas palabras de advertencia, de consejo.

Tratemos de vivir y estar contentos con lo que el Señor nos da, sin meternos en el ambiente de la corrupción que rodea incluso a los pueblos más pobres.

Tenemos que buscar, aunque seamos pobres ser siempre honestos y dignos y buscar siempre la voluntad de Dios.

Así sea.

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