REFLEXIÓN DEL EVANGELIO DEL MARTES DE XI SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

Jesús está a punto de cerrar con estos temas relacionados con la ley donde los antiguos rabinos les daban una interpretación muy diferente a lo que Él enseñaba. Ahora nos mostrara cual es el camino superior que los ciudadanos del reino debemos buscar: el amor.

Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pues Yo os digo: Amen a sus enemigos y recen por los que los persiguen. Ninguna frase del Antiguo Testamento pide odiar a los enemigos. Jesús sólo hace alusión a la actitud corriente del conjunto de los hombres. Se tiene la impresión de que Jesús deroga y no es así, ¡se trata de otra cosa! Viene a acabar, en profundidad, lo que ya estaba en germen en el corazón del judaísmo, como en el corazón de todo hombre: el amor, la ternura, que siguen siendo el gran deseo del hombre.

Amar a los que no nos aman, es imitar a Dios. Hacer el bien a los que nos hacen mal, es «divino»: esto requiere una madurez extraordinaria… en la venganza hay algo de infantil y de adolescente, una falta de dominio de sí. Es necesario que el hombre se alce al nivel de Dios, que hace el bien a todos, sin depender de ningún límite, de ninguna decepción, de ningún interés. Amar sin límite.

Jesús se ha referido a alternativas superadoras de la vieja alianza; toca ahora culminar su oferta con la invitación que nos hace de amar a nuestros enemigos. Sencilla y limpia novedad. Misericordia sin fronteras ni límites, puro reflejo del amor que Dios Padre profesa a todos sus hijos. Los seguidores del Maestro de Galilea debemos amar así, porque de tal manera ama Dios, y ésta es la mejor señal de nuestro discipulado. La perfección con la que concluye el texto es, a la vez, el mejor corolario de las antítesis que ha presentado en los versículos previos.

El discípulo hará gala de su condición poniendo su mirada en las entrañas de misericordia de Dios Padre, porque está llamado a traducir en su vida la estimulante perfección de Dios que nos anima a un amor servicial e incondicional a todos. Jesús de Nazaret nos emplaza a buscar en todo momento calidad de vida creyente, congruencia orante y hechos que den gloria en el ámbito fraterno a nuestro Padre que está en los cielos y en la tierra. Y siempre la cuestión abierta: el que calificamos de enemigo puede ser, es, un hermano a descubrir y servir. La alianza del Nuevo Testamento ¿es un código legal o es la persona de Jesús de Nazaret preferentemente? ¿Revisamos a la luz del evangelio nuestros prejuicios y estereotipos?

En Cristo,

Jose Bismar Villagra

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