Reflexión del Evangelio de San Mateo 11, 25-27.

Reflexión del Evangelio de San Mateo 11, 25-27. XV Semana del Tiempo Ordinario. Ciclo C.

Por el Pbro. Asdrubal de Jesús Zeledón Ruiz. Pastoral de Medios de comunicación de la Diócesis de Jinotega-Nicaragua.

Queridos hermanos, reciban gracia y paz de Dios nuestro Padre y de Cristo Jesús, el Señor.

El día de ayer, reflexionábamos en la Palabra de Dios, cómo Dios hacia un fuerte llamado de atención a las ciudades donde Jesús había realizado los milagros, aun viendo los signos y prodigios no alcanzaron la conversión, tan duros de corazón, prueba y señal de la presencia de Dios y la acción del Espíritu en la persona de Jesús, exige una conversión radical.

La humildad es la virtud que dará lugar a convertirnos a los valores del Reino de Dios, sólo abandonando nuestros criterios seremos capaces de abandonar el egocentrismo, la soberbia y la prepotencia. El Evangelio de este día, pone en marcha la disposición del creyente ante el misterio de Dios, «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra porque has revelado los misterios del Reino a la gente sencilla». La fe es el saber de los sencillos (humildad). Por disposición del Padre, la soberbia excluye al sabio y al humilde, pues el Espíritu, no revela el misterio de comunión con Dios más que a los sencillos y pequeños que se les abren un corazón humilde.

La mejor manera es acudir a Dios, que está dispuesto a revelarnos quién es su Padre y todos sus secretos y los secretos de nuestra vida. El camino para poder entender el mensaje de Jesucristo y dar el paso a la conversión, no está en la ciencia y la sabiduría, ni siquiera el conocimiento de la ley y de los profetas, pues muchos son conocedores la ley y no son capaz darlo a conocer por sus acciones en la vida práctica, sino que Dios se revela gratuita a aquel quien lo ama de corazón.

Nadie puede dar nada de aquello que no tiene, primero tengo que ser amado, para luego amar a los demás. Dios también te ama ti, recuerda: «Nadie tiene un amor mayor que este: que uno de la vida por sus amigos» (Jn 15, 13).

¡Para bien de la Iglesia y nuestra propia salvación! P. Asdrubal Zeledón R.

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