Es el santo patrono de Europa, proclamado por el papa Pablo VI ( la Carta apostólica «Pacis nuntius» ) y patriarca del monaquismo occidental. Fundó, la Orden de los Benedictinos. Originario de Nuecia Italia nacido en el año 480.
Estudió en Roma, pero tras esta formación decidió retirarse a Subiaco y alejarse de la vida de la ciudad.
Su familia era noble y de entre ella, podemos mencionar a su hermana Escolástica, que al igual que él, es también santa.
San Benito también tiene una hermana en santidad nuestra venerada Santa Escolástica Ambos se entregaron a Dios desde muy jóvenes
Santa Escolástica también fundó un monasterio y la orden de las monjas benedictinas la cual gobernó siguiendo la regla de su hermano.
San Benito escribió una Regla para sus monjes, que también será muy útil para todo cristiano, donde el santo reflejó su método y disciplina.
Esta regla está formada por 73 capítulos, donde nos deja escritos concernientes a los preceptos de la vida monástica. Un modelo de vida colectiva, ordenado a la oración y el trabajo.
Una de ellas es Abstenerse en todo momento de pecados y vicios, esto es, en los pensamientos, en la lengua, en las manos, en los pies y en la voluntad propia, Dios le está mirando ve en todo lugar sus acciones y que los ángeles le dan cuenta de ellas a cada instante”.
Pedimos a Dios en la oración “que se haga en nosotros su voluntad”. Pero que no hagamos nuestra propia voluntad.
El monje debe enfrentarse a cosas duras y contrariantes,….”
“Todas estas pruebas las superamos a causa de Aquel que nos ha amado”.(Regla SB cap7)
san Benito invita a “ofrecer” al Señor, además de las penitencias, “alguna cosa que proceda de su propia voluntad”, especificando que esta ofrenda espontánea y costosa de cada uno ha de hacerse “en la alegría del Espíritu Santo”.
Sintiéndose San Benito cercano a la muerte, mandó ser llevado al oratorio y allí, confortado con el Cuerpo de Cristo, murió de pie el 21 de marzo de 547. En 1964 el papa Pablo VI lo proclamó Patrono de Occidente y de Europa.
El papa Benedicto XIV la aprobó en 1742 y la fórmula de su bendición se incorporó al Rito Romano, otorgando la indulgencia plenaria a la medalla, teniendo en cuenta las condiciones estipuladas.