Homilía Mons. Carlos Enrique Herrera Solemnidad de San Isidro- Parroquia San Isidro, Ayapal-Jinotega 15 de mayo de 2022

Un saludo de paz y bien. Celebrando como siempre este 15 esta gran fiesta de San Isidro. Todos nos identificamos con San Isidro, porque cada uno de nosotros somos testigos y bendecidos por los frutos de la tierra y por eso levantamos una alabanza. San isidro quedó huérfano y Dios le dio la inspiración de que él era su padre y que estaba ahí. El, agradecido con el Señor siempre elevaba su corazón y luego se dedicaba a los quehaceres, a servir a los demás. Fue también cumplido con su esposa. La oración y el trabajo es importante, y hay que aprender también a llevarlos en esta vida espiritual.

Hoy ya son 77 comunidades. Vemos como ha crecido la Parroquia. Cuando yo vine aquí solo se atendía el pueblo y algunas comunidades, pero Dios nos ha bendecido con más sacerdotes para servir y hay que darle gracias a Dios, porque hemos visto crecer al pueblo de Dios en la Fe.

En la primera lectura Pablo y Bernabé evangelizaban y formaban comunidades, elegían sacerdotes para que los acompañaran a los pueblos y después se quedaran a cargo de ellos.

 Sacerdotes, Ministros, Catequistas, son ustedes los que colaboran en la misión de evangelizar y acompañar.

Hoy celebramos los XV de Aparecida, ustedes tuvieron momentos de conocimiento en esta renovación pastoral, no solo de celebrar la misa, sino de renovar, catequizar, formar. En nosotros esto no ha pasado de largo, somos conscientes de que debemos formarnos integralmente para ser buenos cristianos.

Aparecida nos dio a entender que no solo somos discípulos sino misioneros. Somos, como decía el Papa Emérito Benedicto XVI, “Una moneda de dos caras, discípulos y misioneros”.

Hay que evangelizar, que profundizar el sacramento del bautismo, de la confirmación, la Eucaristía que es la que nos alimenta. Cristo que viene a levantarnos. Podemos comparar la Eucaristía con ese sueño que el señor le da a Juan de un cielo nuevo, una tierra nueva, una Iglesia triunfante.

Pensemos siempre en el futuro, en una Iglesia que va peregrinando siempre hacia el Cielo. El Señor inspiró a Juan para que diera una palabra de esperanza a los cristianos perseguidos. Nosotros siempre debemos decir que somos cristianos que vamos de camino, porque sabemos que nuestra meta es la vida eterna.

Siempre preguntémonos, ¿Por qué somos cristianos? ¿Por qué caminamos hasta acá? ¿Cuál es nuestra meta? Nosotros sabemos que nuestra meta es el cielo porque tenemos una conciencia de una mejor vida y la esperanza de la promesa del paraíso.

Saber que todo lo bueno lo recibimos de él. Llegar a la conciencia de que no podemos vivir sin Dios. Hay que trabajar, el trabajo es digno e importante, pero todo siempre debe ser guiado y dirigido por el Espíritu Santo.

Jesús les dice a los discípulos: “Ámense como yo les he amado, ese amarse será el signo de que son mis discípulos”. El amor no es ni debe ser un sentimiento abstracto, pasajero. Sino aquel amor que es probado. Somos humanos, cometemos errores, pero el perdón es el signo más grande de que nos amamos. Si no nos perdonamos, quiere decir que aún no nos amamos. Debemos dejarnos guiar, porque diferencias van a haber, pero la clave está en perdonarse. El ego nos limita a amar, y ese ego tiene que morir. No ponernos a nosotros en el centro, sino a Cristo.

Ánimo en el camino del Señor, ese amor que viene por la acción del Espíritu Santo, por la Eucaristía. Que esta Eucaristía sea una acción de gracias llena de fe, esperanza y caridad.

Fiesta de nuestra Señora de Fátima

HOMILÍA FIESTA DE NUESTRA SEÑORA DE FÁTIMA 2022

                                                 Hechos 13, 26-33.  Juan 2,1-11

Saludos de paz y bien en Jesucristo nuestro Señor, carísimos hermanos, saludos a nuestros hermanos, que nos acompañan a través de las diferentes plataformas digitales, fieles todos.

Nos hemos reunidos para hacer memoria de la Santísima Virgen de Fátima, una de las múltiples advocaciones que ha marcado la fe de muchos creyentes. El mensaje de Fátima, sigue resonando en la actualidad con el mismo trasfondo, la Virgen nos invita a la oración, sacrificio y conversión. Es decir, el mensaje de nuestra Señora, sigue siendo un mensaje válido para la Iglesia y para toda la humanidad.

La devoción a la Virgen nos pide actuar con sinceridad y verdad, que han de manifestarse en nuestros pensamientos limpios, en nuestros afectos ordenados, en nuestras palabras sinceras, en nuestras decisiones honestas.

Día a día percibimos nuestra fragilidad y dificultad a la hora de construir una sociedad    conforme al querer de Dios. En Cristo resucitado encontramos la luz y el vigor para superar el pecado que hiere la dignidad humana.

El mensaje de la Virgen en Fátima encuentra toda su actualidad llamándonos a la conversión para acoger la misericordia de Dios y vivirla con los demás a través de la caridad. De la fe hemos de pasar al amor. A veces olvidamos el amor de Dios y esto dificulta el ofrecerle incluso nuestros pecados para que nos los perdone. Él nos quiere hijos suyos irreprochables de forma que nos presentemos ante él sin mancha. A un corazón duro que decide abrirse con docilidad, Dios da siempre su gracia. “Cuando el Señor nos envía una humillación o permite que lleguen las humillaciones es para que el corazón se abra, sea dócil, se convierta al Señor Jesús”. Sostiene nuestra esperanza saber que el Señor es capaz de cambiar los corazones.

La virgen de Fátima es siempre para los cristianos un refugio seguro, un consuelo y nos amparamos bajo su manto, en ella encontramos la fortaleza para poder resistir en estos momentos difíciles.

En estas circunstancias han hecho que el amor a la virgen incremente, cualquier cosa se les puede quitar a los nicaragüenses, menos el amor a la Santísima Virgen María”

“La Virgen de Fátima está junto a nosotros como buena madre acompañándonos en el camino hacía Jesucristo, su hijo y Señor nuestro”.

La Imagen peregrina ha visitado todas las Diócesis de Nicaragua y actualmente, nos preparamos para clausura con una Eucaristía especial donde participaremos de todas las diosas del país en el mes de agosto.

Las apariciones de Fátima apuntan al triunfo del Inmaculado Corazón de María. Para nosotros como cristianos, esto merece especial atención, apariciones que fueron vividas por tres videntes: Lucía, Francisco y Jacinta. En 1917 la Virgen de Fátima, se apareció a los niños en Cova de Irías, después de rezar el Rosario, jugaban cerca del mediodía, en medio de su inocencia, ven con claridad el relámpago, y a una corta distancia, sobre una encina, se les apareció la Madre de Dios. En esta primera aparición, la Santísima Virgen María, afirma a los videntes aparecerse todos los trece de cada mes.

Nuestra Señora, pide a los niños ofrecer a Dios todos los sufrimientos, en reparación con que Él, su Hijo es ofendido. Advirtiendo a los videntes, que tendrán que sufrir mucho, pero la gracia de Dios será su consuelo.

La segunda aparición, la Virgen de Fátima les presenta a los videntes el infierno, un escenario bastante doloroso y escalofriante, «donde van las almas que rechazan la Misericordia y el perdón de Dios», por sus malos comportamientos y ofensas realizados a Jesús. Y continúa diciendo: Y «Para salvarlos, Dios quiere establecer en el mundo la devoción al Inmaculado Corazón».

En realidad, cada vez que se dirige la mirada a la Virgen de Fátima, vendrá a reflejar el misterio, que merece nuestra atención, si el mundo no se convierte se sobrevendrá un gran castigo. Que este mensaje, sea para nosotros una luz, y acogiendo sus ruegos, hagamos sacrificios, a tener un espíritu reparador de los sacrilegios que se comenten contra el Sagrado Corazón de Jesús y el Inmaculado corazón de María.

una Madre, una «Señora muy bella», comentaban los videntes de Fátima mientras regresaban a casa, en aquel 13 de mayo. hace cientos cincos años de su aparición. Por la noche, Jacinta no pudo contenerse y reveló el secreto a su madre: «Hoy he visto a la Virgen». Habían visto a la Madre del cielo. En la estela de luz que seguían con sus ojos, se posaron los ojos de muchos, pero…estos no la vieron. La Virgen Madre no vino aquí para que nosotros la viéramos: para esto tendremos toda la eternidad, a condición de que vayamos al cielo, por supuesto.

Pero ella, previendo y advirtiéndonos sobre el peligro del infierno al que nos lleva una vida ―a menudo propuesta e impuesta― sin Dios y que profana a Dios en sus criaturas, vino a recordarnos la Luz de Dios que mora en nosotros y nos cubre, porque, como hemos escuchado en la primera lectura  Pablo, enamorado y seducido por este amor, no cesa de invitar a todo mundo a conocer y participar de la vida en el Espíritu, la cual se ha hecho una realidad por la resurrección de Jesucristo y el envío del Espíritu Santo

En el Evangelio que hemos escuchado, San Juan nos muestra el primer signo mesiánico realizado por Jesús. María se da cuenta de una carencia: «les falta el vino». María, hace de su descubrimiento una petición a su Hijo e invita a los sirvientes a escuchar la Palabra de Jesús: «Hagan lo que Él les diga».

La Santísima Virgen María, propone lo que en el fondo ha sido su vida, desde que decidió que en ella se cumpliera lo dicho al Señor: «Hágase en mí según tu Palabra». Ella propone a los otros, algo que no le es extraño, ante su actitud.

Queridos hermanos, ¿Cuál es el vino que nos falta en nuestro mundo? El vino de la paz, el de la ternura; el vino de la fe, de la esperanza y del amor; el vino de la verdad. Cuando nos faltan estos vinos, la vida se acomoda ante una actitud no cristiana, bastante hipócrita, en el que surgen intereses mezquinos, partidistas, sin tener el mínimo interés de ayudar a los demás.

María vio la carencia en la boda e hizo suya la solidaridad, y puso manos a la obra. No se quedó en relatar lo que sucede y lamentase por lo que falta. Ella hace lo que está en sus posibilidades, y se próxima a una petición, todo va depender de nuestra actitud ante el Señor, la Palabra de Jesús nos muestra su fuerza y su luz.

El Evangelio, termina diciendo que «los discípulos creyeron en El». El final es que habiendo vino, hubo fiesta, y los discípulos viendo el signo, el milagro, creyeron en Jesús.

Queridos hermanos: pidamos a Dios, con la esperanza de que nos escuchen los hombres, y dirijámonos a los hombres, con la certeza de que Dios nos ayuda. Por último, deseo hacer nuestro el mensaje de nuestra Señora la Virgen de Fátima: «Rezar el Rosario todos los días, para alcanzar la paz y el fin de la violencia». Necesitamos «el milagro del vino», que todo lo transforma en gracia, la violencia en paz, mentira en verdad, el resentimiento en perdón, la división en unidad, dejando atrás, todo aquello que favorece nuestro propio interés personal; oremos por nuestro país, para que, un día podamos vernos todos como hermanos y solo así, llegar hacer mejores hijos del Padre.

Dios y Señor, creador del mundo, bajo tu amor se desarrolla la marcha de la historia; atiende nuestras súplicas y concede la paz a nuestros tiempos, para que gocemos, bajo la protección de María Inmaculada, Nuestra Señora de Fátima, Madre de tu Unigénito y Reina de la Paz; con el rezo del Santo Rosario en la alabanza de tus misericordias. Así sea. «Por fin mi inmaculado Corazón triunfará». Amén.

Homilía Mons. Carlos Enrique Herrera.- Jueves 12 de Mayo 2022

Homilía Mons. Carlos Herrera Obispo de la Diócesis de Jinotega

Catedral San Juan Bautista-Jinotega

Jueves 12 de mayo, 2022

Meditemos en este tercer día dedicado a la Virgen de Fátima sobre María bajo la advocación: “Madre de la Santa Esperanza”. Fundamentada en la esperanza de los tres pastorcitos quiénes aún en contra de sus padres, de las autoridades, de los vecinos y de toda una sociedad, se mantuvieron confiando en que la madre no los iba a abandonar. Confiar en las palabras de ella de ser instrumento de oración y de intercesión. Aquellos tres niños son ejemplo de esperanza. ¿Quién les comunicaba a ellos esa esperanza? La misma Virgen. Su mirada, su amor y su ternura se las transmitían. El Concilio Vaticano II, en la conclusión de la constitución dogmática “Lumen Gentium”, confirma que la Santísima Virgen en esta tierra hasta que llegue el día de la segunda venida del Señor, precede con su luz al pueblo peregrinante de Dios, como signo de esperanza segura y de consuelo. La Virgen nos acompaña en el peregrinar. La Iglesia considera la función de la Virgen en la historia de la salvación y la llama “Madre de la Esperanza”. Ella es para el mundo esperanza y aurora de salvación, alegrándonos desde su nacimiento. Porque a través de su vientre viene la salvación del mundo. En su maternidad brilla la esperanza para los fieles.Obispo Carlos Herrera: “No existen condiciones y garantías para unas  elecciones en Nicaragua”

Ella se aparece en medio de los momentos más difíciles. Las veces que ha bajado del cielo, lo ha hecho en medio de la desesperanza, de la guerra, del dolor, y es la estrella que nos va guiando y fortaleciendo.

Esperanza en especial en la pasión de Cristo. Mientras los apóstoles se apartan de Jesús cuando iba a ser condenado, ella se mantiene ahí al pie de la cruz y espera ese momento, con la certeza de saber que es su hijo y que no va a perecer y comparte con su hijo el vencimiento de la muerte y el pecado. Nosotros debemos pedirle a María que nos acompañe, hasta el final.

Ella se ha convertido en esperanza de los creyentes, es aliento, consuelo y fortaleza de quiénes acuden a ella. Los niños le preguntaron: y nosotros vamos al cielo? Ella les dijo sí. Pero para eso hay que caminar por pruebas y dificultades sabiendo que la roca es Cristo, pero confiados en que ella es la estrella que nos conduce a él. Como en Caná: “hagan lo que se les diga”, ese es el mensaje que nos manda ella.

Entonces nuestra devoción a la Virgen no es ni debe ser una devoción superficial o tradicional. Es convicción de que es nuestra madre y que ella no nos va a abandonar. Es la madre de Cristo, el hombre que ha vencido el mal.

¿Cuál fue el objetivo de la aparición de Fátima? Levantar la fe de un pueblo materializado en medio de la guerra. Ella llega e ilumina a los pocos que creían y a los que no. Y se ha aparecido en otros pueblos para venir a despertar nuestra esperanza.

 ¿Cuántos hoy por crisis sentimental, económica y social se quieren quitar la vida?  La esperanza es lo que nos hace creer que vamos a salir de ahí. Ella sufrió persecución, fue migrante con su hijo. Y creyó, confió y esperó. Creyó en la palabra de su bienaventuranza. Supo responder a la voluntad de Dios.

Esperanza es el mantenernos fieles a las verdades, a no negociar nuestra fe con nada ni con nadie. Mantengámonos en la esperanza y en la enseñanza de la Virgen, en sus virtudes como decíamos ayer. No tengamos miedo. No estamos solos. María es y debe ser siempre la madre de nuestra esperanza.