Reflexión del Evangelio de San Juan 3, 31-36

Jueves 28 de abril de 2022. Ciclo C. II Semana de Pascua

Pbro. Asdrubal de Jesús Zeledón Ruiz

El Padre ama al Hijo y todo lo pone en sus manos (Jn 3, 35).

El hombre es capaz de responder al amor de Dios, Dios como Padre, da a su propio Hijo, fuente de vida, que entrega su amor para destruir el pecado y la muerte.

Para nosotros, las palabras que dirige Jesús es un reto, al participar del discipulado, una obra que se va construyendo gracias a la experiencia del mismo Jesús. «Él viene del cielo y está por encima de todos, y da testimonio de lo que ha visto y oído» (Jn 3, 32). Nosotros, ¿damos testimonio de la Palabra que escuchamos cada día, cuando nos acercamos a vivir la Eucaristía?

Hemos ido creando el hábito  de leer la Sagrada Escritura, que me invita a dar la razón del amor de Dios Padre, que se ha revelado en su Hijo Unigénito. Esta es la realidad profunda del ser de Jesús, no sólo recibe todo del Padre, sino también Él transmite a su vez cuanto posee. La Palabra de Dios debe penetrar el corazón del hombre, se escucha, se vive y se da testimonio.

Al final, la Palabra de Dios, nos debe llevar a todos los hombres a alcanzar la conversión del corazón. Y quien acepta su Palabra, deja lugar al Amor que lo trasciende y encuentra lo que nadie puede conseguir, poseer la vida eterna.

¡Para bien de las almas y nuestra propia santificación! Así sea.

Santa Zita de Lucca

Santa Zita de Lucca,  trabajadora doméstica y religiosa, nace en 1218 Italia, desde los 12 años de edad empieza  a trabajar.

Por lo que, se le adjudica ser patrona de las empleadas del hogar y de todos los sirvientes. Una mujer de condición muy humilde, por lo que desde pequeña tuvo que trabajar, fueron 48 años que estuvo como sirvienta.

Siendo una adolescente, fue sirvienta de una familia adinerada de su localidad de esta manera contribuida al sostenimiento de su familia, en su duro trabajo le ocasionó diferentes dificultades que afrontar desde su amor a Dios y a su familia siempre fue mucho más fuerte, le ayudaron a mantener firme en la providencia de Dios.

Zita de Lucca, sabía perfectamente qué eran privaciones y las dificultades, aun así ella se preocupaba por los desfavorecidos. Cierto día salió de la casa de sus patrones para atender a una persona enferma, dejando trabajo pendiente en la cocina. Eso irritó a algunos de sus compañeros, quienes la acusaron ante la señora de la casa.

Cuando aquella mujer fue a la cocina a investigar, encontró que todo estaba impecablemente limpio y aseado. El portento fue atribuido a los ángeles, quienes lo habrían llevado a cabo para proteger a Zita. La dueña de la casa, sorprendida por lo sucedido, le concedió, desde aquel momento, la libertad de servir a los pobres.

Reflexión del Evangelio Jn 3, 16-21

Miércoles 27 de abril de 2022. Ciclo C. II Semana de Pascua

Pbro. David Flores Espinoza

Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único (Jn 3, 16).

¿A través de qué podemos comprender que tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único? ¿Cómo experimentar este tanto amor que Dios nos tiene, en medio de nuestro propio pecado?

La respuesta es sencilla: Todo lo que hace Dios es por amor. Todo lo que sale de las manos de Dios es producto del amor, porque Dios es Amor, no sabe más que amar. Y nosotros somos obra de sus manos, hechos a imagen y semejanza suya, según el libro del Génesis.  Somos obra de su amor, pero Dios ama al pecador más no al pecado.

Esta fue la intención amorosa de Dios con el envío de su hijo Jesús. Pero no quiere salvarnos de nuestros pecados sin nuestra colaboración. Nos deja libres para tomar o rechazar su bello regalo. Entonces desde nuestra propia libertad podemos aceptar a Jesús, su salvación, la vida y eterna; o podemos ejercer nuestra libertad rechazando su regalo, que nos libera del pecado y de la muerte. “El que cree en él, no será condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios”. Aceptemos este regalo maravilloso de Dios, en nuestras manos está elegir. Una eternidad con Dios en la asamblea de los bienaventurados o una eternidad lejos de Dios.

San Isidoro de Sevilla, obispo y doctor de la Iglesia

San Isidoro de Sevilla, nace el año 556. Era el hijo menor del matrimonio, fueron hermanos suyos otros tres santos: Leandro, Florentina y Fulgencio. Bajo la dirección espiritual y tutela de Leandro, Isidoro se educó desde su infancia en el monasterio que aquél había fundado y del cual era abad.

Desde muy joven se consagra Isidoro totalmente al Señor, lleno de santo entusiasmo, y recibe de manos de su propio hermano y obispo el hábito monacal, entregándose enseguida al estudio de todas las ciencias y resultando un lector perseverante de prodigiosa memoria.

Lucha entre el arrianismo y el catolicismo, al apoyar el rey Leovigildo contra la herejía y ser desterrado por éste el obispo Leandro, Isidoro empieza a distinguirse como defensor de la fe, por lo que pronto se le persigue y amenaza.

Obtuvo una educación extraordinaria, a los 40 años sucede a su hermano en la sede episcopal de Sevilla. Su servicio pastoral fue incansable, a los 80 años, Isidoro aún predicaba a su pueblo y aconsejaba a sus fieles, con amor y humildad, pero, agotado de tantos y tan continuados trabajos y esfuerzos, sucumbe a una maligna enfermedad y muere el día 4 de abril del año 636.

Reflexión del Evangelio del día Lc 11, 14-23

Jueves 23 de marzo de 2022.          Ciclo C.         III Semana de Cuaresma

Pbro. Asdrubal de Jesús Zeledón Ruiz.

La Iglesia nos invita a vivir la Cuaresma como un camino hacia Jesucristo, escuchando la Palabra de Dios, orando, compartiendo con el prójimo y haciendo obras buenas.

El Evangelio de este día, Jesús realiza la expulsión de un demonio, que era mudo. Jesús cuando realiza acciones o prodigios, suele estar acompañado de la multitud. El bien procurado por Jesús a esta persona, despierta admiración por la multitud. Sin embargo, alguno que dicen: «Este expulsa los demonios con el poder de satanás, príncipe de los demonios» (vv. 15).

Jesús que ha venido a combatir las fuerzas del mal, el demonio. Él es el único que lo puede echar fuera. Algunos de la multitud, han calumniado y acusado a Jesús, el demonio utiliza las miles de astucias para debilitar los prodigios realizados por Jesús. Jesús, es contundente en su respuesta: «Si satanás lucha contra sí mismo, ¿cómo mantendrá su reino?» (vv.17).

El poder de Dios se realiza por medio de su Espíritu, que hace grandes cosas. Jesús es liberador del pueblo, que arroja los demonios con su propio poder divino, eso significa que el Reino de Dios ha llegado a nosotros.

«El que no está conmigo está contra mí; el que no recoge conmigo desparrama» (vv. 23). No hay alternativa posible para acceder al Reino de Dios. Dios por medio de su Hijo Jesús, revela todo el misterio de Dios y la lucha entre el bien y el mal, es decir, a favor o en contra de Cristo y su Reino, y no tenemos otra opción válida que obedecer a las acciones del bien, es el único camino que nos conduce a la vida plena.

No demos lugar al demonio, necesitamos hacer frente al mal. El príncipe de las tinieblas aspira a todos los medios, para perder el alma del que desea liberarse del mal que lo domina, el demonio. Que sea nuestro este deseo, Cristo es más fuerte y vence el mal; «no seas vencido por el mal, al contrario, vence con el bien el mal» (Rm 12, 21).

Les recuerdo, la salvación consiste en obedecer a Cristo. Para el bien de las almas y nuestra propia salvación. Te bendiga Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.