San Matías, Apóstol

San Matías, Apóstol.              Sábado a 14 de Mayo de 2022

Los hechos de los Apóstoles afirman que Matías acompañó al Salvador, desde el Bautismo hasta la Ascensión. Cuando San Pedro decidió proceder a la elección de un nuevo Apóstol para reemplazar a Judas, los candidatos fueron José, llamado Bernabé y Matías. Finalmente, la elección cayó sobre Matías, quien pasó a formar parte del grupo de los doce. El Espíritu Santo descendió sobre él en Pentecostés y Matías se entregó a su misión. Clemente de Alejandría afirma que se distinguió por la insistencia con que predicaba la necesidad de mortificar la carne para dominar la sensualidad. Esta lección la había aprendido del mismo Jesucristo.

Según la tradición, predicó primero en Judea y luego en otros países. Los griegos sostienen que evangelizó la Capadocia y las costas del Mar Caspio, que sufrió persecuciones de parte de los pueblos bárbaros donde misionó y obtuvo finalmente la corona del martirio en Cólquida. Los “Menaia” griegos sostienen que fue crucificado. Se dice que su cuerpo estuvo mucho tiempo en Jerusalén y que Santa Elena lo trasladó a Roma.

Reflexión del Evangelio de San Juan 15, 9-17

SÁBADO DE 14 DE MAYO DE 2022

IV SEMANA DEL TIEMPO PASCUAL. CICLO C

Reflexión del Evangelio de San Juan 15, 9-17

Pbro. Asdrubal de Jesús Zeledón Ruiz.

Queridos hermanos, el Evangelio de esta día nos expresa la vida y el actuar de los apóstoles en la Iglesia, para poder entender el mensaje del Señor, quisiera reflexionar con ustedes dos puntos fundamentales del Evangelio de este día. En primer lugar, «el apóstol comparte la misma misión con Jesús», que es elegido y es enviado. Jesús y sus discípulos comparten el mismo amor que Dios Padre les ha entregado.

Este amor, ha sido compartido para todos nosotros, y estamos invitados a llevarlo a la práctica en nuestro día a día. Muchas veces cuesta amar a nuestro prójimo. Hoy, Jesús nos invita a permanecer en el amor,  el amor de Jesús a ellos y el amor del Padre a Jesús.

En segundo lugar, permanecer en el amor, significa vivir en la comunión perfecta con los hermanos en la fe y con Dios, término último de nuestro amor. El mensaje es claro: «ama a los hermanos como Dios nos ha amado» El mandamiento de Jesús es claro, ¿lo llevamos a práctica en nuestra vida cotidiana? Somos conscientes que vivimos en una sociedad donde la expresión del amor se ha ido quitando, es tarea nuestra, hacer vida este mandamiento en nuestra familia, en la Iglesia y la sociedad. ¿Te animas a esta tarea?

El verdadero discípulo de Jesús, precisamente porque se siente amado y comparte con Jesús el amor de Dios Padre, sabe que tiene que observar el mandamiento del amor. También nosotros, como discípulos nos sentimos llamados a amar: «Ámense los unos a los otros como yo les he amado» (Jn 15, 12). Por último, el verdadero discípulo de Jesús, que ha adquirido ahora la plena conciencia de ser su amigo, se siente llamado a vivir este amor hasta el final, hasta la entrega de sí mismo.

Entonces podremos alcanzar el ideal propuesto por Jesús: «Ya no los llamo siervos… a ustedes los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que he oído de mi Padre» (Jn 15, 15). Señor Jesús, quiero ser tu amigo. Sé que necesitas colaboradores libres y alegres, y yo quiero ser uno de ellos.

¡Para bien de nuestros hermanos, y nuestra propia salvación! Que así sea.

Reflexión del Evangelio de San Juan 14, 1-6

VIERNES DE 13 DE MAYO DE 2022

IV SEMANA DEL TIEMPO PASCUAL. CICLO C

Reflexión del Evangelio de San Juan 14, 1-6

Pbro. Concepción de Jesús Hernández Lanzas

Los apóstoles, reunidos en torno a Jesús en el cenáculo, después del anuncio de la traición de Judas, de las negaciones de Pedro y de la inminente partida del Maestro, han quedado profundamente afectados. El desconcierto y el miedo han inundado la comunidad. Jesús lee en el rostro de sus discípulos una fuerte turbación, un peligro para la fe, y por eso les anima a que tengan fe en el Padre y en él.

Si el Maestro exhorta a sus discípulos a la confianza es porque él está a punto de irse a la casa del Padre a prepararles un lugar. No deben entristecerse por su partida, porque no los abandona; más aún, volverá para llevarlos con él.

Los apóstoles no comprenden las palabras de Jesús. Tomás manifiesta su absoluta incomprensión: no sabe la meta hacia la que se dirige Jesús ni el camino para llegar a ella; y es que entiende las cosas en un sentido material. Jesús, en cambio, va al Padre y precisa el medio para entrar en contacto personal con Dios: «Yo soy el camino, la verdad y la vida».

Esta fórmula de revelación es una de las cumbres más elevadas del misterio de Cristo y de la vida trinitaria: el hombre-Jesús es el camino porque es la verdad y la vida. En consecuencia, la meta no es Jesús – verdad, sino el Padre, y Jesús es el mediador hacia el Padre. La función mediadora del hombre-Jesús hacia el Padre está explicitada por la verdad y por la vida. El Señor se vuelve así, para todos los discípulos, el camino al Padre, por ser la verdad y la vida. Él es el revelador del Padre y conduce a Dios, porque el Padre está presente en él y habla en verdad. Él es el «lugar» donde se vuelve disponible la salvación para los hombres y éstos entran en comunión con Dios.

Jesús también me dice a mí hoy: «No te inquietes». Tú sabías, Señor, que también había de llegar para mí el momento de la inquietud y la turbación. Para mí y para tantos otros como yo. ¿Cómo es posible no sentirse inquieto en un mundo lleno de atrocidades y miserias? Jesús responde a mi inquietud asegurándome que «también hay un lugar para mí» allí donde está él, un lugar preparado para quien, a pesar de la inquietud, persevera con él en las pruebas y en la tormenta.

Jesús sigue siendo hoy, el camino, la verdad y la vida: con él es como podemos y debemos atravesar los ciclones de la avidez y de la sensualidad sin límites y los vientos huracanados de la injusticia y del cinismo. En el caminar de nuestra vida, con nuestros altibajos, debemos decir como Pedro: «¿señor a quien iremos? Solo Tú tienes palabras de vida eterna».

San Pancracio, Mártir

San Pancracio, mártir, según la tradición, murió en Roma en plena adolescencia (14 años) por su fe en Cristo, siendo sepultado en la vía Aurelia, a dos miliarios de la Urbe. Era soldado del emperador Deocleciano, de acuerdo con informes del Papa San Dámaso. Luego reconvertirse al Dios verdadero dejó el ejército, arrojando las armas y el uniforme, contento de su triunfo confesando a Cristo con su testimonio de vida.

Es uno de los tantos mártires-niños de la Iglesia. San Pancracio, romano, se convierte al cristianismo, razón por la cual termina en la red de la persecución de Diocleciano. Rehúsa renegar a Cristo y es condenado a la decapitación en el año 304. Es patrono de los jóvenes de la Acción Católica.

Sus restos mortales fueron sepultados en el cementerio de Domitila, en Roma.

San Francisco de Gerónimo

San Francisco de Gerónimo

Apostos de Nápoles-Misionero de la Compañía de Jesús

San Francisco de Gerónimo Italia Grottaglie, cerca de Taranto en 1642.

Se distinguió por su iluminado celo en favor de la conversión de los pecadores y por su amor a los pobres, los enfermos y los oprimidos. En 1666, antes de cumplir los 24 años de edad, San Francisco recibió la ordenación sacerdotal. Durante los cinco años siguientes, enseño en el “Collegio Dei Nobili“, que los Jesuitas tenían en Nápoles. A los 28 años ingresó en la compañía de Jesús. De 1671 a 1674, ayudó en el trabajo misional al célebre predicador Agnello Bruno, al concluir sus estudios de teología, los superiores le nombraron predicador de la Iglesia del Gesú Nuovo, de Nápoles.

En el extremo oriente se había exterminado a todos los predicadores del Evangelio, por tanto San Francisco se ofrenda para formar parte de los misioneros  que iban a Japón, pero es rechazado y se le pide que continúe trabajando en Nápoles.

Una de sus obras de caridad fue: visitar hospitales y cárceles. Eso le valió más de una paliza o maltrato, pero no por eso dejó de insistir en el llamado a la conversión, sabiéndose él mismo un pecador perdonado.

San Francisco murió a los 74 años de edad y fue sepultado en la Iglesia de la Compañía de Nápoles. Fue beatificado en 1758 por Benedicto XIV y canonizado en 1839 por el Papa Gregorio XVI.