Reflexión del Evangelio de Lc 14, 1. 7-11.

Sábado 29 de octubre de 2022. XXX Semana del Tiempo Ordinario. Ciclo C.

Reflexión del Evangelio de Lc 14, 1. 7-11.

Por el Padre Asdrubal de Jesús Zeledón Ruiz.

En el Evangelio de hoy, Jesús es invitado a comer en casa de un fariseo. Jesús se detiene a observar como los convidados, llegaban y estos ocupaban los primeros puestos. Con esta actitud, le bastó hacer suyo un comentario respecto a la humidad que deberíamos de llevarla práctica en nuestro diaria.

Ayer, reflexionábamos juntos, la elección de los doce discípulos, y les decía, que para tomar una decisión era de vital importancia la oración. Igual, la humildad, el valor que tiene esta palabra considerada como virtud, el discípulo debe distinguirse de los demás, siendo un servidor, sencillo y humilde donde residirá la grandeza de Dios.

Jesús con esta parábola, insiste en no buscar los primeros puestos, no vaya a ser que haya otro invitado más importante que tú. Y lleno de vergüenza nos toque ocupar el último lugar. El Señor nos muestra el camino de la humidad, Jesús nos pide humildad, Él ha vivido su humildad en plenitud, como dice el Evangelio: Bienaventurado los humildes; «El Hijo del Hombre, no ha venido a ser servido sino a servir» (Mt 20, 28) y nos dice: «Aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón» (Mt 11, 29).

Aun en su condición como Hijo de Dios, se hizo humilde hasta el extremo: «Jesús siendo de condición divina, se humilló así mismo, por eso Dios lo exaltó en todo» (Fil 2, 6.8) El verdadero poder está en el servicio, la grandeza reside en el amor a servir, hacerse pequeño para ser grande.

Ahora bien, la humildad en la vida práctica, ha estado presente en la vida ordinaria. Estoy luchando por alcanzar la humildad. En la vida diaria, qué priva mi vida, el amor o el servicio a los demás. Busco servir a Dios en mis hermanos o simplemente busco ser reconocido por lo que hago.

La humildad es el camino del encuentro con otros, que nos permite servir, ayudar y apoyar a Cristo en el hermano. Que así sea. Amén. Para bien de la Iglesia y nuestra propia salvación.

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