Homilía Mons. Carlos Enrique Herrera.- Domingo 29 de Mayo de 2022

El jueves pasado celebrábamos la Solemnidad de la Ascensión del Señor a los cielos, hoy en este domingo de pascua nos preparamos para en toda esta semana invocar al Espíritu Santo para celebrar Pentecostés.

El testimonio que nos da Esteban, lleno del Espíritu Santo como consagrado al Señor. Ese mirar al cielo es un testimonio para nosotros, es el don que el Señor le da de ver el cielo y de participar de él también. Esteban ve a Jesús sentado a la derecha del Padre.

Cuando Esteban le estaba hablando a los fariseos, a los letrados, a los miembros del sanedrín, compartiéndoles la buena noticia de que Cristo es el Mesías, el salvador y los invitaba a la conversión, pero ellos se taparon los oídos para no escuchar esa verdad y volverse violentos en contra de Esteban, del que dice la verdad y les ofrece el bien, y por eso lo condenaron a muerte.

Hoy también celebramos la comunicación social. Los medios de comunicación son importantes en la vida social, pero estos medios de comunicación tienen que llevar la verdad, ser constructores de paz, de reconciliación, muchas veces hoy a través de algunos medios populares se encuentra una gran guerra, porque no sabemos usar los medios como el celular para transmitir buenas noticias. Hay mucha división entre familias, entre miembros incluso de la Iglesia y a nivel sociopolítico también a causa del mal uso de los medios de comunicación. Por eso hoy el Papa Francisco nos recuerda orar en este día, porque como cristianos somos los primeros que tenemos que saber cómo comunicarnos, por eso los invito a que hagamos siempre una reflexión: ¿Cómo usamos los medios de comunicación? Porque claro que son buenos, pero el corazón del hombre es el que no permite que se les de él uso adecuado. Hay que saber escuchar los mensajes que da el Papa Francisco a los medios de comunicación. Mons. Carlos Enrique Herrera presidirá la Conferencia Episcopal | ABC Stereo

ESCUCHAR. Estos hombres no supieron escuchar el mensaje, la buena noticia, y el que no escucha la verdad se vuelve violento, indiferente, se vuelve enemigo de la persona que le dice la verdad porque le quiere hacer un bien, y eso pasa desde el seno familiar, social e incluso religioso. Es importante tomar esta reflexión.

Estamos en un mundo convulsionado de violencia, cada día vemos que la guerra se va extendiendo más, y todos perdemos cuando hay guerra, porque la guerra genera una confusión que lo único que hace es dos cosas: O comunicar el sentido de la violencia, o nos vuelve indiferentes totalmente. Tenemos que orar mucho.

Juan también escucha la voz del Señor que nos dice: “Pronto volveré”. Es el cumplir la promesa que nos da dado. Él es el principio y el fin, el cordero que se ha entregado para salvarnos de la muerte y del pecado, él nos invita a que aprendamos a orar, a pedirle la acción de los dones al Espíritu Santo para que nos ilumine siempre en nuestra vida y que no vayamos por el mal camino.

La oración de Jesús es importante. Cómo Jesús le pide al padre con tanta humildad: “Padre, te pido por todos los que van a ser discípulos y misioneros ungidos por el bautismo, para que vivan en la unidad”. Cuando se sabe escuchar la verdad, cuando se acoge la palabra de Dios sí se puede vivir en esa unidad que Dios quiere para nosotros. La unidad es signo del amor, signo de que nos amamos, de cumplir ese gran mandamiento: “Ámense como yo los he amado”.

Hay una gran crisis de ese amor, una gran crisis de la falta de unidad, y el Espíritu Santo es el único que nos puede ayudar a lograr esa unidad, cuando buscamos que derrame en nosotros sabiduría, entendimiento, que podamos escuchar al otro, no solo escuchar nuestras voces interiores, es importante escuchar la voz de aquel que nos puede estar diciendo la verdad.

Jesús vivió la gran división del pueblo de Israel, el lloró ante aquel pueblo que era duro de corazón por eso la oración de Jesús es permanente. Él siempre estará intercediendo ante el Padre para que seamos dóciles al Espíritu Santo, que es el amor del Padre y del Hijo, el que puede unir nuestros corazones, nuestras vidas. El que puede lograr que nos respetemos, que nos amemos como él quiere, el insiste para que nosotros podamos estar en la promesa de la venida del Señor. El vendrá, pero vendrá cuando estemos preparados para recibirlo.

Pidámosle al Señor la unidad, la unidad en la Iglesia, la unidad social, la unidad de las familias, de las autoridades. Tenemos que orar mucho para que seamos dóciles al Espíritu Santo. Invoquémosle en estos días en los que estamos en preparación para la celebración de Pentecostés. Que esta celebración sea para nosotros una revitalización de nuestra vida cristiana, que podamos renovarla y que podamos poner de nuestra parte, morir a nuestro ego, a nuestra soberbia, a nuestro pensamiento cerrado e individual, y dejar que ese Espíritu nos conduzca a la verdad plena.

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