Homilía Domingo 12 de Junio de 2022.- Solemnidad de la Santísima Trinidad

Homilía Mons. Carlos Enrique Herrera

Catedral San Juan Bautista-Jinotega

12 de junio, 2022

Hoy la liturgia de la Iglesia nos pone a celebrar la Solemnidad de la Santísima Trinidad. La primera lectura de proverbios nos hace ver al Dios padre y creador como ha realizado con mucha perfección la obra creadora, la naturaleza, todo lo que conlleva, como lo hizo e incluso al hombre y a la mujer los creó a su imagen y semejanza.

Esta gran obra, como decíamos en el salmo: “Qué admirable es tu nombre en toda la tierra”. A nosotros desde muy pequeños se nos enseñan en el catecismo estas verdades: Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo y así iniciamos a creer en la Santísima Trinidad desde el bautismo, cuando el Sacerdote nos dice: “Yo te bautizo bajo esta fórmula Trinitaria en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” y desde ese momento en cada sacramento se nos ofrece esta gracia del amor y la revelación de la Santísima Trinidad. Es la proyección de ese Dios único y verdadero.

Mons. Carlos Enrique Herrera (@ObispoHerrera) / Twitter

 

Hoy hay pueblos que quieren un Dios a su medida, incluso existían pueblos así en aquellos tiempos. Quieren un Dios que no es cercano, que no es un Dios vivo, redentor, no es un Dios creador como el nuestro, que es un Dios de tres personas distintas, pero un solo Dios verdadero. Por eso Jesús dice: “El Padre y yo somos uno”, también dice: “Lo que les voy a dar viene de él y de mi”, que ya sabemos que es el Espíritu Santo.

El mensaje de la Santísima Trinidad es que todos estamos llamados a vivir en esa comunión perfecta que es sinónimo de amor, y precisamente esa es nuestra debilidad, la falta de amor. Le hemos dado más lugar al ego, a las cosas temporales del mundo, al gusto y no a la verdad. Jesús con el tiempo nos ha venido revelando la verdad, una verdad completa, la verdad de la Iglesia, del mundo y del hombre que es criatura a semejanza de Dios. Pero nos olvidamos de eso, que hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios y esa falta de memoria no nos permite orientarnos a él, en cambio; nos orilla al mundo, cuántas personas hoy por moda les ponen a sus hijos nombres que ni siquiera saben pronunciar, sin ningún significado, algo que simplemente es pasajero y no orientado a lo importante, a lo eterno.

La acción del Espíritu Santo nos va santificando a través de la Palabra, de la obra que hace en nuestro espíritu, en nuestras mentes, en nuestra a

lma y en nuestro corazón. Cuando nosotros le invocamos, nos va llevando por el camino de la verdad. Nos va llevando a seguir a Cristo y se cumplen las palabras de Jesús cuando dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. Invoquemos siempre al Espíritu Santo.

Estos días hemos celebrado Pentecostés, insistiendo en que la fortaleza de la vida del cristiano es el Espíritu Santo, porque es el que va guiando y santificando a cada uno de nosotros y lo hemos visto desde el principio en el amor y la misericordia de Dios. Todos y cada uno de nosotros somos templo de la Santísima Trinidad.  Procuremos siempre orientar nuestro corazón, nuestra mente y nuestra acción hacia la defensa de nuestra fe y nuestra verdad.

Preguntémonos, ¿Vivimos una vida en la santidad?, una vida en la voluntad de Dios, ¿En la obediencia al Señor como lo hizo Jesús? Ese es el camino que debemos hacer cada día y así podamos vivir en la alegría del Espíritu.

Mantengámonos siempre en esa orientación espiritual, en esa vida nueva que el Señor nos ha concedido desde el bautismo, y es nuestro deber alimentar esa vida a través de los sacramentos. Nosotros como cristianos estamos llamados a la unidad. ¿Por qué? Por nuestros mandamientos. Revisemos si realmente vivimos en esa unidad, si estamos bien hasta en nuestra misma familia, si contribuimos a que nuestra familia permanezca unida o crezca en unidad. A la vez revisemos nuestra sociedad, nuestra Iglesia, tenemos que revisar nuestras realidades.

 Hoy hay muchas divisiones, más personas esperando para separar y muy pocas dispuestas a unir, porque no vivimos en esa comunión de hijos de Dios, porque no respetamos a los demás, es ahí donde inicia la oscuridad que hay que superar. Busquemos al Señor, busquemos el bien de todo y de todos bajo la voluntad de Dios. No de una manera egoísta, individualista, sino de acuerdo a lo que el Señor nos ha enseñado y nos va enseñando en el camino. Hasta entonces podremos construir la vida en la unidad, en la comunión entre nosotros bajo la acción del Espíritu Santo y las gracias que el Señor nos concede.

Pidámosle al Señor poder superar todas estas dificultades a través de su amor que está siempre presente.

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