Reflexión del Evangelio de Mateo 1, 16. 18-21. 24

Solemnidad de San José esposo de la Santísima Virgen María.

Reflexión del Evangelio de Mateo 1, 16. 18-21. 24

Por el Padre, Asdrubal de Jesús Zeledón Ruiz.

Queridos hermanos, celebramos en la Iglesia la solemnidad de San José, modelo de fidelidad y santidad, obediente a la voluntad Dios, custodio de la Virgen, protector de la Iglesia, modelo de padre.

El Evangelio de este día, nos describe con detalle la situación en la que se encuentra San José, el autor sagrado, muestra la grandeza y la fidelidad a la Bienaventurada Virgen María ante la voluntad de Dios. María está desposada con José, Ella espera un hijo, San José, no quiere hacerle daño, le conoce y confía en su esposa.

Para un judío, los desposorios eran signo de fidelidad previo al matrimonio, María espera un hijo, por obra del Espíritu Santo, San José siendo un hombre justo, no quiere decir nada, lo deja en secreto, pues no quería ponerla en evidencia. Sin embargo, «Dios le manifiesta el mensaje por medio del Ángel se le presentó en sueños: José […] no dudes en recibir en tu casa a María, tu esposa espera un hijo por obra del Espíritu Santo».

Será la fe que lo lleve a confiar y creer contra todo desesperanza, él obediente a Dios, confía plenamente en la voluntad del Padre, su entrega, sacrificio y cuidado expresa el amor de padre, que le tiene a su hijo Jesús. Usted, ¿confía en Dios en los momentos difíciles su vida? En mi vida cotidiana, he realizado la voluntad de Dios. Todas las actitudes de San José, le permiten colaborar eficazmente en la historia de la salvación, su disposición y servicio para el Hijo de Dios.

Por último, San José es modelo de padre. Dios como Padre, cuida, protege y ama a sus hijos. Igual el Patriarca San José, cuidará y custodiará a la Iglesia, como lo hizo con Jesucristo. Aceptar la voluntad de Dios, manifiesta la figura principal de un auténtico cristiano: bondad, rectitud y verdad.

Aprendamos a cumplir con las tareas de cada día, ser fiel, confiar contra toda desesperanza e invocar a Dios en los mementos difíciles, que sepamos decir a Dios sí, que Dios nos conceda la gracia para hacer la voluntad del Padre.

Para bien de la Iglesia, y nuestra propia salvación.

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