San Asterio de Petra

San Asterio de Petra fue un cristiano que se convirtió del arrianismo, que tiempo más tarde fue obispo de Petra. En el Concilio de Sardica, ca. 347, San Asterio fue el primero que definió el Arrianismo como herejía. Esta acusación le valió el exilio a Libia, bajo el mandato de Constancio II.
En 362, el emperador Juliano le restauró en su cargo de obispo de Petra. San Asterio asistió al Concilio de Alejandría, donde fue el encargado de escribir una carta a la Iglesia de Antioquía. En ella se recomendaba a los líderes de dicha iglesia una serie de procedimientos. San Atanasio hizo un elogio en varios de sus escritos. Murió en Petra en 365.
Pidamos a este Santo que por su intercesión seamos siempre fieles a la fe Católica y no nos dejemos arrastrar por otras corrientes

San Efrén Diácono

S. EFRÉN, DIÁCONO Y DOCTOR DE LA IGLESIA

A los 15 años, Efrén conoce el Evangelio, lo estudia con pasión, pero esto le cuesta la persecución de su padre, que es un sacerdote pagano. A los 18 años, recibe el bautismo y abre una escuela bíblica en Nisibi, siguiendo al obispo James en el Concilio de Nicea (325). Cuando la ciudad es asediada varias veces por los persas, Efrén deja la cátedra y se convierte en el héroe de la resistencia. Fibra de teólogo y de luchador, por lo tanto. Y de hombre de caridad. Para reducir el impacto de la hambruna que afecta en un momento determinado a Edesa, es él a arremangarse las mangas para garantizar la ayuda humanitaria a la población.
El pensamiento y la escritura son, sin embargo, sus mejores talentos, junto al canto. Efrén escribe mucho y de todo y lo hace con una gran calidad espiritual y estilística. Sus poemas y homilías en verso, sus himnos (la obra más amplia), los comentarios bíblicos en prosa tratan con perspicacia y belleza los ejes de la fe que tanto lo fascinaron: Dios Creador, la virginidad de María, la redención de Cristo … Afirma que nada en la creación está aislado y que el mundo, junto a las Escrituras, es la Biblia de Dios.
La cura a los enfermos de la peste es la última obra maestra, escrita con la tinta de la caridad, nacida de Efrén el sirio. Efrén muere en Edesa, víctima de la enfermedad, en el 373. Las crónicas no informan con certeza si él fue o no un monje. Ciertamente, siempre fue un diácono ejemplar, un servidor de todos por el amor de Dios y un cantante, “lira del Espíritu Santo”.

SS. MARCELINO, SACERDOTE, Y PEDRO, EXORCISTA, MÁRTIRES, SOBRE LA VIA LABICANA

Es el año 304 y en Roma hace estragos la gran persecución anticristiana querida por Diocleciano. Es la última gran masacre ordenada por la autoridad romana antes de la clemencia de Constantino. El segundo de los cuatro edictos con los cuales Diocleciano planifica eliminar a los cristianos impone, en particular, la prisión para obispos, sacerdotes, diáconos.
En la cárcel, Marcelino conoce a Pedro, un exorcista. Juntos anuncian a Cristo y muchos se convierten, piden el Bautismo. Las narraciones hagiográficas, con detalles más o menos legendarios, refieren milagros, como la curación de la hija de su carcelero.

Una matrona romana, Lucila, llegó a conocer algún tiempo después el lugar del martirio. Encuentra los restos mortales de Marcelino y de Pedro y desde el lugar denominado Selva Negra – que luego se llamó Selva Cándida – los hizo trasladar al cementerio llamado “ad duas lauros”, hoy en la Vía Casilina, quizá porque estaba marcado por la presencia de dos laureles. El Papa Dámaso compuso un verso que mandó colocar en la nueva tumba y, cuando los godos lo destruyeron, el Papa Vigilio hizo que se volviera a poner e insertó los nombres de los dos mártires también en el Canon de la Misa

Santa Petronila de Roma

Aunque lo que se “sabe” de Santa Petronila no es más que una leyenda falsa, su existencia es real, sin duda alguna. Es una de las santas más antiguas que hay de catacumbas, con leyendas inventadas, al estilo de Santa Martina de Roma (30 de enero) o la polémica Santa Filomena (24 de mayo y 10 de agosto).

Su tumba se encontraba en las catacumbas de Domitila, donde ya aparece representada como intercesora (brazos abiertos y elevados), en un fresco de finales del siglo IV, lo cual indica que es una persona real y que ya en esta época contaba con devoción, y no poca, para ser representada. La fecha exacta de su vida no se conoce, porque podría ser entre el siglo II y el IV. Estuvo enterrada en las catacumbas hasta el siglo VIII, en que sus huesos fueron trasladados a la basílica de San Pedro, en Roma, donde tiene su propio altar y ha permanecido hasta hoy, a pesar de los continuos cambios y edificaciones de dicha basílica. Es en esta época del traslado en que se forja la leyenda, sin fundamento alguno, en que era hija de San Pedro junto a él se había trasladado a Roma.

Reflexión del Evangelio del Martes de la VII semana de Pascua

Lucas 1, 39-56
Dichosa tú, que has creído
El primer gesto de María tras acoger la palabra anunciada por el Ángel Gabriel es ponerse en camino y marchar a aprisa. Lucas nos dice: “Se levantó, salió, y sin demora fue a la montaña, a un pueblo de Judá…” sin duda podemos pensar por qué tanta prisa, nadie la enviaba, nadie según el texto dice la había llamado, sólo el ángel la había informado del estado de su prima Isabel, entonces, ¿qué necesidad tenía María de dejar su casa?
María se olvida de sí misma, de su situación, y movida por la fuerza del Espíritu Santo se llega a la casa de Isabel. Ponerse en camino…no es fácil, ¿cuánto nos cuesta dejar lo que habíamos proyectado? Cada uno de nosotros ante una situación solo sabemos decir, No tengo tiempo.
Uno de los rasgos más característicos de la fe en Dios es saber acudir junto a quien está necesitado de nuestra presencia, y María lleva con ella a Alguien que también tiene prisa de comenzar su misión.
El saludo que la Virgen María formula a su prima Isabel debió de ser de tal ternura y gozo-aunque el evangelio no nos lo dice-, que no podía haber sido pronunciado nada más que por alguien en quien había hecho morada el Espíritu de Dios, de alguien dócil a hacer la voluntad de Dios. María no puede guardar el tesoro que lleva, para ella sola, y se da el milagro, Isabel y el hijo que lleva en su seno, van a proclamar una maravillosa oración, que la iglesia universal la ha tomado como propia hasta nuestros días: “¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!; ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. ¡Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor, se cumplirá
Cuando María escucha el saludo de Isabel, recibe una especie de confirmación de todos aquellos pensamientos que la venían inquietando y lanza aquellos elogios deslumbrantes, que solo pueden se inspirados por el Espíritu Santo: El Magníficat, que es un canto de alegría y alabanza al Señor, es la expresión de quien se siente inmensamente pequeña y amada con la gran ternura de Dios Padre.
En el desarrollo de la oración, ella, fija su mirada en las acciones de Dios a lo largo de la historia de su pueblo Israel: Dios por pura misericordia prefiere a los pobres y humildes; porque de esa manera manifiesta su poder, su santidad y su fidelidad al ser humano. Es el anuncio del cumplimiento de las promesas de Dios al pueblo elegido.
Este canto de María, sigue siendo actual, recemos con él y al final del día podemos terminar la tarde con este bello cantico “su magnificat”, dejemos que nuestro corazón se expanda.

En Cristo.

José Bismar Villagra Barrera
Seminarista egresado de teología