Reflexión del Evangelio del día

Reflexión del evangelio del martes de la séptima semana de Pascua.

En el capítulo 17 del Evangelio de Juan tenemos un texto que conocemos como la oración sacerdotal de Jesús, una oración que dirige al Padre, donde Jesús proclama su fidelidad a Dios y afirma que lo ha glorificado sobre la tierra, coronando la obra que se le encomendó y comunicando las palabras que recibió.

Todo este Evangelio está marcado por la hora de Jesús que es la gloria de Dios: Jesús sabe que ha llegado la hora de su pasión y muerte y le pide a su Padre que le ayude a aceptar los sufrimientos para dar vida eterna a los hombres.

En los versículos del presente texto aparecen dos verbos: uno es glorificar y el otro es darse. Lo propio de Dios para toda la tradición bíblica es la gloria, esa gloria que nos va a perfeccionar y nos va a dar vida abundante.

El término gloria se refiere a la gloria que Jesús poseía en su preexistencia divina, o la gloria que le reserva el Padre desde toda la eternidad. Aunque Jesús pide su propia glorificación, no es que busque su gloria, sino que su gloria y la gloria del Padre, son una misma cosa.

El dar de Jesús es hacernos partícipes de todo lo que ha recibido del Padre. Y lo que en realidad desea es que lo conozcamos: conocer al Padre es tener una intimidad con Él. La gloria de Dios es la salvación del hombre y la salvación del hombre es conocer a Dios, y ese conocimiento en nosotros avanza en la unión de todo nuestro ser con Él.

Pidamos a Dios que envíe su Espíritu Santo para que, haciendo morada en nosotros, nos convierta en templos de su gloria y descubramos que la revelación viene a los hombres por Cristo.

Fuente: Escrito ha sido tomado textual del sitio. https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/

Reflexión del Evangelio de San Juan 16, 29-33.

Lunes 22 de mayo de 2023.

Reflexión del Evangelio de San Juan 16, 29-33.

VII Semana de Pascua. Ciclo C.

Por el Padre Asdrubal de Jesús Zeledón Ruiz.

Queridos hermanos, el Evangelio de este día, inicia con unas palabras que los discípulos dirigen a Jesús. «Ahora has hablado en un lenguaje claramente y no parábolas» (Jn 16, 29. Los discípulos pensaban que lo entendían todo, ellos captan esta luz revelada para aclarar sus problemas, pero una luz muy pequeña, “por eso creemos que has venido de Dios”.

Jesús es para nosotros la revelación de Dios como Padre. Y por medio de Él, Dios llega a nosotros y nos revela su amor que se manifiesta a todos los discípulos. Jesús es más concreto y les pregunta a los suyos: ¿De veras creen? Él conoce a sus discípulos,  sabe que les falta mucho para comprender el misterio de Dios.

Ellos, tienen que enfrentar la sorpresa inesperada de la pasión y la muerte de Jesús. «Miren viene la hora, más aun, ya llegó, en que se van a dispersar cada uno por su lado y me dejarán solo» vv.31-32. Sin embargo, yo no estaré solo, el Padre está conmigo, esta es la fuente, la certeza de sentir la cercanía y la presencia de Dios en los momentos difíciles.

Jesús anima a sus discípulos en los momentos de difíciles a no desfallecer, «les he dicho estas cosas, para que tengan paz en mí, en el mundo tendrán tribulaciones; pero tengan valor, porque yo he venido al mundo» v.33. Su sacrificio de amor, Jesús vence al mundo y a satanás, ninguna dificultad debe hacernos perder el valor, unidos a Él haremos participe de la victoria contra el mal en el mundo.

Hoy más que nunca, estamos llamados a participar de la lucha contra el mal, perdonar de corazón, nunca cansarnos ante las adversidades de la vida cotidiana, confiar en todo momento, ser perseverantes como lo hizo Santa Rita de Casia, su perdón, oración y humildad la llevó a alcanzar y conocer el amor de Jesucristo, que supo contemplar por medio del crucifijo. En efecto, la vida de esta santa, nos motiva  a pensar una cosa: Dios siempre vence el mal, gracias a la oración constante.

Para bien de la Iglesia, y nuestra propia salvación. Que así sea.

 

 

Reflexión del Evangelio del día

Sábado 20 de mayo de 2023

VI Semana de Pascua Ciclo C.

Reflexión del Evangelio de San Juan 16, 23-28.

Por el Padre: Asdrubal Zeledón Ruiz.

Queridos hermanos, Dios Padre posee todas las riquezas, que ninguna otra persona de este mundo nos las puede dar, su sabiduría, su conocimiento, su bondad, su gracia santificante, don gratuito que Dios realiza en la vida, infundida por el Espíritu Santo en el alma para curarla y santificarla.

Jesús en su Evangelio, dirige a sus discípulos la confianza que debe tener para con Dios Padre. “Cuanto pidan al Padre en mi nombre, se los concederá” (v. 24). Jesús nos muestra la eficacia de la oración, y tiene resultado más grandes de los que nos podemos imaginar. Nuestra oración a Dios Padre, fortalece, acompaña y anima a creer contra toda desesperanza.

Nuestra amistad con Dios, amistad profunda con Dios debe contarle nuestras necesidades, y pedirle aquello que más nos hace falta “… Pidan y recibirán, para que su alegría sea completa” (v.24) Cuando nosotros oramos por nuestras necesidades o pedimos la intercesión de Dios por alguien que nos ha pedido oración, nuestra oración va unida a Cristo, para interceder por el bien toda la humanidad.

 “Aquel día pedirán en mi nombre […] pues el Padre mismo los ama” Vv. 26-27) El amor del Padre por los discípulos es único, su adhesión a los suyos ha sido único, y la clave de la oración del cristiano está en permanecer en su amor. “Permanezcan en mí y yo en ustedes”

El Padre nos dará lo que más necesitamos, “Padre si quieres, aparta de mí este cáliz, que no se mi voluntad sino la tuya” (Lc 22, 42), y cuando recitamos la oración del Padre Nuestro decimos: “Hágase  tu voluntad aquí en la tierra como en el cielo” (Mt 6, 11) Dios Padre nos ha amado con su mismo amor, con que amó a su propio Hijo Jesucristo, en quien somos hermanos, efectivamente, nosotros hijos de un Padre que nos ama.

Para bien de la Iglesia y nuestra propia salvación. Amén.

 

REFLEXIÓN DEL EVANGELIO DE HOY MARTES DE LA TERCERA SEMANA DE PASCUA.

El Evangelio nos sitúa en lo que es la esencia de la misión y nos hace ver cuál es el fundamento de donde surge la invitación a predicar por todo el mundo. Es el encuentro con Jesús muerto y resucitado el que suscita en el corazón de cada uno la necesidad de compartir esta Buena Noticia con los demás.

Predicar el Evangelio es la consecuencia de experimentar en nuestras vidas que Cristo ha resucitado; que hay una Creación nueva; que nosotros hemos renacido con él por el bautismo. De ahí es de donde nace el envío: “Id por todo el mundo y predicad el Evangelio”. Si no hemos experimentado esto ¿qué vamos a anunciar?

Y este encuentro transformador da valor a todo lo demás. Los signos que nos acompañen serán eso: confirmaciones, señales que corroboren nuestra palabra y testimonio, pero no la esencia del mensaje que predicamos. Jesús nos asegura que él no nos faltará y su poder se hará manifiesto. Pero lo maravilloso no será lo esencial de nuestra predicación o, mejor dicho, lo más maravilloso no será necesariamente espectacular.

No olvidemos que el acontecimiento más trascendental de la historia, la Resurrección, se da en un sepulcro sellado, sin imponerse, sin testigos. Lo más espectacular de nuestra fe se da sin espectacularidades. Y Cristo resucitado se presenta a sus discípulos y viene a nosotros en lo discreto y cotidiano, en el trabajo, en casa, en lo de cada día.

Así también, nuestra predicación está llamada a transmitir Vida en donde abunda la muerte, la soledad, el sinsentido en medio de lo más ordinario, sin imponerse con grandes y maravillosos signos que no den cabida a una acogida en absoluta libertad. Dios se encargará de lo que corresponda, pero no deberíamos estar pendientes de lo maravilloso. La Nueva Vida comienza en lo más corriente de nuestro diario vivir.

En Cristo,

Diac. Jose Bismar Villagra Barrera

Reflexión del Evangelio del día Jn 3, 1-8

Lunes 17 de abril de 2023

Reflexión del Evangelio del día Jn 3, 1-8. II Semana de Pascua Ciclo A

Por el Padre Asdrubal de Jesús Zeledón Ruiz

El Evangelio de este día, nos presenta el encuentro de Jesús con Nicodemo, siendo fariseo acude ante el Señor, le llama maestro, reconoce en Él, las señales milagrosas que ha hecho como enviado de Dios.

Jesús define el itinerario de fe, un encuentro personal con Él, en el bautismo renacemos a una vida nueva, en  Cristo. Este encuentro para Nicodemo, fue esencial para empezar el seguimiento del Señor, incluso mira los signos milagrosos realizados por Jesús.

Jesús se dirige a Nicodemo y le dice: “el que no nazca de lo alto no puede ver el Reino de Dios”. Con su Palabra, Jesús lo  introduce al misterio del Reino que está presente en su obra y su persona. Nacer en el Espíritu, significa disponibilidad a los designios de Dios, y sólo Dios puede poner en marcha en el corazón del hombre con la fe en la persona de Jesús.

Para participar del Reino de Dios debe haber dos cosas fundamentales: el agua, signo de limpieza en el bautismo, y el Espíritu que permite hacer brotar la fe en el creyente. Nicodemo, logra pasar de la fe débil, a la fe madura, para lograrlo debe aprender antes a ser humilde ante el misterio, a hacerse pequeño ante el único Maestro, que es Jesús.

Para bien de la Iglesia, y nuestra propia salvación. Amén.