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Reflexión al Evangelio, fiesta del apóstol Santiago

Reflexión al evangelio de hoy Martes, fiesta del apóstol Santiago

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Imagen, crédito a EWTNEn el evangelio, vemos que una de las imperfecciones que causan mucho retraso en la vida espiritual y que se mezclan de manera muy sutil en nuestra vida, es la envidia.

Es increíble que, aún como cristianos, no sepamos alegrarnos de los bienes y de las bendiciones que reciben nuestros hermanos, sino que, en ocasiones, incluso sentimos hasta coraje de que Dios los haya bendecido. Y esto no sólo en el plano económico sino, como nos lo presenta hoy el Evangelio, en el ámbito social, que se extiende al religioso. Esto, como nos lo dice Jesús, es entendible que se presente entre los paganos, en los que no están llenos del amor de Dios pero, ¿en nosotros? lógicamente esto genera críticas y enemistades.

Qué diferente sería nuestra vida, si al ver que uno de nuestros hermanos recibe una bendición, diéramos gracias a Dios por ser bueno, aun con los que “según nosotros” no merecerían tal o cual favor; o si en lugar de entristecernos, nos alegráramos al compartir la felicidad de quien se ha visto favorecido con un don o con una gracia; si en lugar de desacreditar a nuestro hermano, buscando todos sus defectos, reconociéramos que nosotros no somos mejores y que Dios, como Padre bueno da a cada uno, no como merece sino sobre la base de su infinito amor, seguramente nuestra vida estaría llena de paz y de alegría. Cambia tu actitud y “verás qué bueno es el Señor”.

En Cristo,

Pbro. José Bismar Villagra, responsable de la Pastoral Vocacional.

Reflexión del Evangelio Mt 12, 38-42.

Reflexión del Evangelio Mt 12, 38-42. XVI Semana del Tiempo Ordinario. Ciclo A.

Por el Pbro. Asdrubal de Jesús Zeledón Ruiz.

Queridos hermanos, ¿somos testigos de los milagros realizados por Jesús en nuestra vida? El Evangelio de este día, los letrados y fariseos pedían un milagro para creer en Él, «Maestro queremos verte hacer una señal prodigiosa» Mt 12, 38. Tan testarudos nos comportamos con el Señor, que nos cuesta creer en los signos y prodigios.

Hay quienes hacen las veces de los fariseos, pedimos a Dios un milagro y si Dios no lo concede, nos enojamos con Él y perdemos la fe, tenemos que confiar siempre en el Maestro, el Mesías el Hijo de Dios.

Jesús que había hecho ya tantos milagros en favor de los enfermos, apela ahora a no dar otro signo, más que el signo del profeta Jonás, que estuvo tres días en el vientre del cetáceo, igual el Hijo del Hombre estará tres días y tres noches en el seno de la tierra, Jesús evoca al signo máximo de su persona la Resurrección después de la muerte.

Como está nuestra fe, los milagros de Dios vienen a confirmar una fe inicial que ya existe, con la sola presencia de Jesús, era el gran signo de Dios, una gran señal de la presencia de su Reino entre nosotros, pero fueron muchos los que le rechazaron.

Jesús ha hecho grandes cosas en tu vida, te ha rescatado del pecado, cuantas veces te acercas al sacramento de la penitencia y te ha perdona, vivimos de la Eucarística, sacramento de vida eterna, y continúa haciendo prodigios en la vida de cada cristiano. En esta vida puedes tener todo: bienes, poder, prestigio, riquezas pero si no crees en Dios, lo has perdido todo, trabajemos por alcanzar la fe, aceptando los prodigios que el Señor hace en nuestra vida diaria.

Jesús, también nos invita a confiar siempre su Palabra, el estar atento a los signos de los tiempos, es necesario dar el paso a la conversión, la penitencia, esto dará sentido a nuestra vida cristiana en relación con Dios y con los demás. Es la penitencia de la vida, inevitable con frecuencia, que debemos asumir para acceder al trono de la gracia.

Una señal extraordinaria es pedirle al Señor, nos conceda la gracia de acercarnos al sacramento de la penitencia, para recuperar la gracia santificante y lo tenemos todo. ¡Para bien de la Iglesia y nuestra propia salvación! Amén.

 

Martes de la décima quinta semana del tiempo ordinario

De nuevo Jesús insiste, ahora desde otro ángulo, en la resistencia a la conversión. Seguramente, si somos honestos, nos daremos cuenta que han sido diversas ocasiones, a lo largo de nuestra vida o en la de algunos hermanos, en las cuales hemos sido conscientes del paso de Dios por ella.
No podemos negar que Dios ha operado en nosotros signos y prodigios (si revisamos con atención nuestra historia, reconoceremos lo visible de las maravillas de Dios). Por ello, el Señor nos invita a reflexionar hoy en cómo hemos y estamos respondiendo a estas gracias, a esta actuación continua y salvífica de Dios.
No podemos mantenernos indiferentes a la acción de la gracia, a la invitación de Jesús a cambiar de vida y a consagrársela a él. Jesús espera de cada uno de nosotros una respuesta generosa, ¿estaremos dispuestos a dársela?

En Cristo,
Diác. José Bismar Villagra

Martes de la décima cuarta semana del tiempo ordinario

En este mundo individualista, en el que muchos de nuestros hermanos viven sólo para sí mismos, sin ver a los demás, Jesús nos recuerda que no estamos ni viajamos solos. Jesús vio a todas estas personas que necesitaban de alguien que los instruyera, que los ayudara a mejorar su vida, a descubrir y construir el Reino de los cielos, y dice la Escritura que: “Tuvo compasión de ellos”.

Si la evangelización y la promoción social, a la que nos invita el Evangelio, no avanza como debiera, es porque a muchos de los cristianos nos falta “sentir compasión” de aquellos que no conocen la verdad del Evangelio, porque sólo pensamos en nosotros mismos, porque es suficiente que yo conozca a Jesús, me reúna con mis hermanos a orar y a dar gloria a Dios, sin pensar que, también nosotros, somos el medio para que otros lo conozcan y lo amen; porque si el Evangelio se separa de la caridad y del servicio, se convierte en una filosofía.

Debemos orar al Señor que envíe operarios a la mies. Sí, pero sería más importante, al menos en estos momentos de la historia, orar para que el Señor nos haga reconocer, en nosotros mismos, a estos operarios, para que el Señor verdaderamente mueva nuestro corazón a la compasión por los demás y al celo por el Evangelio.

En Cristo,

Diác. José Bismar Villagra

Reflexión del Evangelio de Mateo 9, 18-26

Lunes 10 de julio de 2023

XIV Semana el Tiempo Ordinario.

Por el Pbro. Asdrubal de Jesús Zeledón Ruiz. Pastoral de Medios de Comunicación Diócesis de Jinotega-Nicaragua.

Queridos hermanos, reciban gracia y paz de Dios nuestro Padre y de Cristo Jesús, el Señor. Dios continúa haciendo grandes obras en nuestras vidas, nos acercamos a él como nuestro Señor y salvador, todo ha sido puesto en sus manos, y lo que para el hombre es imposible para Dios es posible, cuando confías en Él, la fe sana, transforma y cura.

Jesús en el Evangelio de este día, realiza dos milagros: la curación una hemorroisa y la resurrección de la hija de un jefe de la sinagoga, en ambos prodigios es decisiva la fe y el contacto con Jesús. Esta es la convicción que debería de tener todo cristiano, Jesús anuncia el Reino de Dios, trayendo la buena noticia, realizando milagros, prodigios y todos  aquellos que escuchaban hablar de Él, en su corazón se encendía la fe.

Lo esencial del mensaje es la fe. En primer lugar, un jefe de la sinagoga,  ruega  a Jesús por su niña, que está ya muerta, en segundo lugar, la mujer que padece flujo de sangre desde hace doce años, sin obtener mejoría, más bien, había empeorado; lo imposible ante la razón humana y la ciencia, la fe logra alcanzar el poder de Jesús sobre la muerte y la enfermedad.

Confiemos siempre en el Señor, pídele con fe al Señor, la fe es esta mujer era inmensa, «con solo tocar el manto, me sanaré» vv. 20-21. Tu fe te ha salvado, estamos orando al Señor, has confiado siempre en Él, Jesús está presto siempre a nuestras necesidades. Cuando en nuestra vida haya una realidad difícil y humanamente no hay nada que hacer, Dios siempre puede más, y nos puede sorprender, pues sus obras son magníficas, su corazón bondadoso se compadece de la humanidad doliente.

Oye, le pregunto: ¿Estás confiando siempre en el Señor? ¿Has orado con fe? Dios quiere curarnos a todos, deja que Dios haga su parte, «el hombre o la mujer que tiene fe confía en Dios: ¡confía! Pablo, en un momento oscuro de su vida, decía: Yo sé bien de quién me he fiado, ¡De Dios! … esto nos lleva a la esperanza» S.S.P. Francisco.

La fe no solamente nos sana, la fe nos lleva a recibir la salvación integral de Dios, es por medio de la salvación que Dios nos da la salud para el cuerpo y del alma, tu fe te ha salvado. El amor infinito de Dios no tiene medida, confía siempre en Señor, la esperanza debe ser fuerte y la valiente para confiar en el Señor.

¡Para bien de la iglesia y nuestra propia salvación! Amén.